La rabia del peón, de Jerónimo García Tomás

La rabia del peonQue en el primer capítulo de una novela haya un asesinato, puede ser un golpe de efecto para atrapar a los lectores, pero que también maten a alguien en el siguiente es ya una declaración de intenciones: estamos ante una historia cruda que no piensa hacer concesiones al lector. Y así es La rabia del peón, de Jerónimo García Tomás, la novela negra ganadora del I Premio Nacional Ateneo Mercantil de Valencia.

Se nota que el autor ha hecho sus pinitos en el cine, pues nos lo cuenta todo como si fuera una cámara. No le hace falta ahondar en los pensamientos de los personajes: a través de sus gestos, de sus palabras o de sus silencios entrevemos su nerviosismo, su asco, su indiferencia… Así, escena tras escena, Jerónimo García Tomás nos muestra los bajos fondos de Valencia, en los que reinan el tráfico de drogas, la prostitución y los ajustes de cuentas. Aunque nunca diga explícitamente el nombre de la ciudad, las descripciones precisas hacen que, aquellos que hemos recorrido esos caminos cientos de veces, reconozcamos de inmediato a qué calles hace referencia. Si bien es cierto que esta historia podría suceder en cualquier lugar del mundo, en este caso, el autor ha decidido situarla en su tierra, y es en sus recovecos donde encontramos el Glady’s, un local de copas, cuyo gerente es Román, el protagonista de La rabia del peón, y  Esmeralda y Satén, el prostíbulo regentado por los hombres para los que trabaja. Estos son sitios ficticios (que yo sepa), pero no deben de distar mucho de los reales, y todos ellos destilan el mismo ambiente sórdido que impregna el libro.

La rabia del peón no es una novela de buenos y malos, qué va. Aquí nadie se salva, ni siquiera su protagonista, Román. Puede que, a medida que conocemos su pasado, empaticemos con él. Porque Román era un tipo normal y corriente: tenía un trabajo estable, una mujer y esperaba su primer hijo. Pero un día las cosas se le torcieron y estaba tan desesperado que se creyó la promesa de Tormo, un narcotraficante, que le aseguró que le sacaría del atolladero si le hacía de mula en un viajecito a Colombia. ¿El resultado? Nueve años en Bellavista (Medellín), la cárcel más superpoblada de Colombia, y perder para siempre a su familia, todo lo que un día fue. ¿Cómo va a ser el mismo después de que se la jugaran así? Es imposible volver a serlo cuando se ha visto demasiado, cuando se ha hecho demasiado. Que los lectores juzguen si eso justifica sus actos y si ellos se comportarían del mismo modo llegados al mismo extremo. Pero que ninguno espere redención, porque hay veces en las que no se puede perdonar y hay cosas que no tienen arreglo.

Como ya he dicho, La rabia del peón no es una historia de buenos y malos, sino de seres humanos capaces de todo por alcanzar sus propios intereses. Una novela de rabia y venganza con ritmo cinematográfico que hará las delicias de los amantes de novela negra y de aquellos que se atrevan a abocarse al lado más abyecto de la condición humana.

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