La tumba de Sarah, de Robert Dugoni

Me encantLa tumba de Sarahan las series norteamericanas de policías, asesinatos y misterios. Es de lo que más veo en la televisión, por no decir lo único. Repetidas y todo. Muchas veces las pongo de fondo para dormitar en la siesta, o por la noche mientras hago otras cosas por casa. Pero tanto asesino, pervertido y psicópata suelto, te hace creer que en ese país debe ser dificilísimo vivir, que cualquier vecino puede tener enterrados cadáveres en sus preciosos jardines. Cuando mi marido y yo decidimos hace unos años tirar la casa por la ventana y viajar al Oeste Americano mi padre sudaba de preocupación. Nos íbamos a recorrer más de 3500 kilómetros en un coche alquilado por ciudades, parques nacionales y desiertos. Terrible aventura según él. Yo creo que le venía a la mente Harry el Sucio con el pistolón y todos los westerns que se había visto. Por esos lares la gente dispara y luego pregunta.

Resulta que luego llegas allí y, aparte de que te resulta todo familiar, como si ya hubieras estado allí antes, la vida parece de lo más normal del mundo. No he viajado muchísimo, pero he estado en algún que otro país y no he conocido gente más educada y con más disposición a echarte una mano en ningún otro sitio. Quizá debería viajar más, estará pensando alguno. Pues sí, seguramente. Pero eso no quita para que me sintiera muy bien recibida en un país enorme y lleno de gente de lo más variopinta y amable.

Además de esa imagen peligrosa, estas series también te pintan una sociedad muy individualista. Hay muchos personajes, sobre todo policías o investigadores, que viven solos, sin familia y casi sin amigos en ciudades grandes y llenas de gente. Dedicados casi exclusivamente a sus trabajos y con alguna relación entre sus compañeros. Eso no sé si es así de verdad, en un viaje de vacaciones no te da para profundizar tanto.

En La tumba de Sarah se dan todos los ingredientes de estas series. Un psicópata violador y asesino; un sheriff duro, chulo y prepotente; una policía sola, obsesionada con su trabajo y con traumas sin resolver. También aparecen jueces, fiscales y abogados, claro. No termino de entender el sistema judicial de ese país, que cambia según el estado.

La protagonista es la investigadora Tracy Crosswhite. Vive en Seattle, sola. Su hermana Sarah desapareció hace 20 años en el pueblo en el que se criaron. Una pueblo tranquilo y en el que todo el mundo se conoce y en el que ahí, sí, hay unas vidas familiares estables y tradicionales. En la cárcel hay un hombre condenado por la muerte de Sarah, pero Tracy está segura de que aquella investigación y juicio fueron una pantomima, para esconder al verdadero o verdaderos culpables. El cuerpo de Sarah aparece ahora, y con él se desentierran dudas y sospechas.

Tracy tiene que volver a Cedar Grove a reencontrarse con muchos de sus fantasmas. La vuelta al pueblo también le proporciona un aliado, Dan, un amigo de la infancia que ahora es abogado y con el que se forjará algo más que una relación laboral.

Y ¿qué pasa en estas series cuando ya estamos llegando al clímax?, que siempre es de noche, o llueve a cantaros, o las dos cosas a la vez, para entorpecer la persecución, para que todo sea más siniestro y difícil. Pues en este caso cae la tormenta del siglo en forma de ventisca y nieve, es de noche y nos quedamos sin luz. La tercera parte de la novela te la pasas sufriendo un frío terrible y angustia.

Es una novela muy cinematográfica. Está escrita en dos tiempos, el actual y en el flashback de hace 20 años. Es fácil de leer y rápida, aunque hay alguna parte por el medio, quizá demasiado extensa para mi gusto, muy centrada en el tema judicial. El autor, Robert Dugoni, ha ejercido la abogacía y eso se nota. Por lo demás, es entretenida sin ser brillante. Parece que es la primera de tres con la misma protagonista. Además, ha escrito otra saga (David Sloane) que todavía no está traducida, pero que ha tenido notable éxito en EE.UU. Esto también está de moda: lo de crear trilogías, sagas o series. Otra vez las series. Ya lo comenté en La chica olvidada.

Es el primer libro que leo de Amazon Crossing, sello del gigante, que quiere traducir novelas que ya tuvieron gran acogida en sus idiomas originales, para acercarlas al lector hispanohablante. Pues me alegro. Me gustan la edición y la traducción, aunque mis ojos cansados agradecerían un tamaño más grande de letra.

 

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