Lily y el pulpo, de Steven Rowley

Lily y el pulpoHoy vengo a hablaros de algo complicado: el miedo a que nuestra mascota muera. Y lo voy a hacer así, del tirón, para que veáis que yo, que nunca he visto Siempre a mi lado, Hachiko, porque me niego a vivir tal drama y yo, que lloro más con la muerte de Mufasa que con la de cualquier persona, puedo hablar de un libro en el que el perro protagonista tiene un horrible tumor.

Y no os penséis que os estoy haciendo un spoiler como una catedral, no. Esto mismo podréis encontrarlo en la sinopsis del libro del que vengo a hablaros: Lily y el pulpo. Pero vayamos por partes. Lily es una perrita salchicha que vive junto a su dueño Ted, un joven que, entre los sueños perdidos de Los Ángeles, intenta encontrar el suyo: ser escritor. Acaba de sufrir una horrible ruptura con Jeffrey, su ex, y su mundo se desmorona cuando un día al despertarse ve un pulpo en la cabeza de Lily.

Él hará todo lo posible para que este pulpo desaparezca, para que deje a su Lily en paz, pero el pulpo se niega a irse. ¡Además habla! Y eso está haciendo que la vida de Ted se complique todavía más. Así que centra todas sus fuerzas para conseguir que el pulpo se vaya, consiguiendo así cargar de eufemismos la grave enfermedad que está sufriendo su única amiga, esa que le ha acompañado desde hace doce años y con la que espera pasar el resto de sus vidas. 

No os voy a negar que me ha resultado un poco complicado leer esta novela de Steven Rowley. Y no porque no me gustara la trama —sumamente original—, tampoco porque no me gustara su forma de escribir —muy irónica y tierna al mismo tiempo—, simplemente porque yo tengo perros y sé lo duro que es imaginarse que algún día no estarán.

Por mi vida han pasado muchos perros pero Kenya y Tyron me acompañan desde hace seis y dos años respectivamente. Tyron es un Bull terrier muy especial y bastante payaso. Y Kenya… es mi fiel compañera. Si no fuera porque trabajo fuera de casa, estaríamos juntas veinticuatro horas al día. Mirándonos a los ojos ya nos comunicamos, no nos hace falta más. Así que pensar que algún día no estará hace que algo dentro de mi estómago se oprima y no me deje respirar. 

Y precisamente por eso me ha gustado tanto esta novela, porque ha sabido transmitir todos los sentimientos que una persona tiene cuando un animal se convierte en su compañía, en un amigo. Y hablo de perros, pero también pueden ser gatos, iguanas o ratones. No importa. Esa relación que existe entre una persona y un animal que será siempre fiel y que estará ahí pase lo que pase, es de las cosas más especiales que existen. Y también es una cosa muy dolorosa cuando se acaba. 

Pero no quiero que mis palabras os lleven a pensar que la novela de Steven Rowley (que, por cierto, es su debut como escritor) es todo drama. ¡En absoluto! Encontramos muchísima comedia dentro de sus páginas. Como os decía antes, el autor es muy irónico y eso lo refleja muy bien en la forma de ser en Ted. Será por ello que la novela tiene tintes de autobiografía —cosa que medio se confirma cuando se leen los agradecimientos— y que hace que el que la lee conecte todavía más con las palabras de su autor. Pero, a la vez, al igual que utiliza el humor negro y la ironía, utiliza un tono cariñoso que le da a la novela un aura muy especial, ya que está todo impregnado de cariño y amor. 

En fin, poco más se me ocurre decir sobre Lily y el pulpo, una novela que me ha dejado muy buen sabor de boca a pesar del tema escabroso al que sabía que me estaba enfrentando. Y ahora, si me lo permitís, tengo aquí dos pares de ojos que me están mirando deseosos, como si quisieran salir a correr o algo. Voy a ver qué quieren. 

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