Reseña de “Sala de espera”, de Iván de Cristóbal
Siempre me han atraído esos libros o películas en los que se plantean dilemas éticos, situaciones en las que te preguntas qué harías tú o en las que juzgas quién es el bueno o el malo con la ligereza de quien no está involucrado en la historia. Y eso es lo que me prometía la sinopsis de Sala de espera, la primera novela de Iván de Cristóbal.
Mariona, una médico residente, debe atender a una embarazada que lleva dos horas y media con hemorragia severa. Alguien le entrega unos documentos con las voluntades de la paciente: es testigo de Jehová y bajo ningún concepto quiere recibir una transfusión de sangre. Pero Mariona pretende salvarle la vida, a ella y al bebé que lleva dentro, y hace caso omiso. Y los salva, sí. Es entonces cuando comienza su particular infierno, porque será denunciada y, quizá, inhabilitada.
¿Mariona actuó bien o actuó mal? De primeras, cada lector juzgará desde sus propias creencias y prejuicios… y con la información sesgada de la que dispone. Lo interesante es que, durante el juicio, a medida que se saben más detalles y unos y otros exponen sus argumentos, es probable que los lectores se vayan cuestionando sus convicciones iniciales.
Pero en Sala de espera no solo conocemos la historia de Mariona, también la de Lucía, una mujer que ha pasado de los cincuenta y que está en otro momento crucial: acaba de invertir casi todo su dinero en un negocio que ha montado con su pareja y, de un día para otro, se ve a un paso del desahucio. Aquí no hay dilema ético, pero será inevitable que el lector también la juzgue: ¿Lucía ha sido una víctima o, simplemente, una ingenua? Se le considere una o otra cosa, tanto Mariona como Lucía tienen elementos para que nos sintamos identificados con ellas.
Cuando la novela comienza, ambas mujeres se encuentran en una sala de espera (una para escuchar el veredicto de su juicio y la otra para entrar en una entrevista de trabajo que quizá la libre de dormir en la calle). Sus tramas se van intercalando con cierto paralelismo y se hacen continuos flashbacks para conocer los hechos que las han llevado hasta ese punto de inflexión en sus vidas. Y mientras se nos van resolviendo unas dudas, nos van surgiendo otras.
Sala de espera me ha parecido un libro de muy fácil lectura, si bien es cierto que la prosa del autor me chirriaba a veces. Aunque tiene frases certeras, otras no me parecían del todo pulidas, y se dedican páginas a personajes, creando expectativas de que van a hacer algo relevante, para luego no volverlos a mencionar. Incluso hay una escena que me pareció inverosímil por lo exagerada (pero, claro, a lo mejor me nuble mi propia experiencia y otras que conozco, no digo que no).
No obstante, alabo la capacidad de Iván de Cristóbal para mantener la intriga, sorprender con los giros y, sobre todo, hacernos reflexionar sobre la empatía y el respeto, esas cualidades tan necesarias y, a menudo, tan olvidadas. En el duelo ciencia versus religión sabe equilibrar las fuerzas para hacer tambalear nuestros prejuicios y que seamos capaces de ponernos en los zapatos de ambos bandos. No se trata de convencer, sino de entender, y creo que eso está muy bien llevado. Solo por eso, ya ha merecido la pena la lectura.