Un reino oscuro

Reseña del libro “Un reino oscuro”, de Alejandro Hermosilla

Un reino oscuro

Alejandro Hermosilla bien pudiera ser el más genuinamente original de los autores de nuestro panorama literario, su obra es difícil de clasificar y no sé hasta que punto es posible reseñarla siéndole fiel, porque es difícil, cuando no imposible, estar a la altura de su compromiso artístico y su libertad creativa. Y creo que son obras para disfrutar, cada cual desde su perspectiva y a su manera, pero que, como el bosque oscuro en el que se desarrolla esta novela, se sitúan en las afueras, en los márgenes, en esas zonas hermosas pero llenas de peligro en las que es posible un cierto ejercicio de la libertad. La de verdad, no la caricatura que llena las páginas de los periódicos.

En Un reino oscuro un padre y un hijo, arquitectos ambos, se adentran en los bosques en principio para atender a sus obligaciones laborales ya que hacen reformas en las mansiones de los personajes adinerados que se afincan allí, pero esas incursiones llegan a convertirse en una necesidad para ellos. Las conversaciones con estos personajes que los contratan (un paisajista, un duque, un pianista y un escritor) son el esqueleto principal de la obra, y además hay otros capítulos que son reflexiones sobre reinos reales o ficticios, pero no se puede analizar esta obra conforme a los estándares habituales, la trama es una excusa, la narración habla de los temas del autor, que en esta obra y en la anterior bien podrían ser el odio y el mal pero diría que en este caso también son el ejercicio del poder y el arte, aunque las herramientas que utiliza el autor son tan peculiares que estoy seguro que cada lector encontrará en este reino tanto como esté dispuesto a buscar.

Vivimos en una sociedad en la que si se inventara un espejo que nos devolviera la imagen de nuestra esencia, que no sería tan diferente de una obra de Hermosilla, igualmente lo colocaríamos en las ferias con los otros espejos deformantes que nos muestras más gordos, delgados o distorsionados de algún modo, por eso no sé si Alejandro Hermosilla será alguna vez un superventas, pero estoy convencido de que es un autor necesario porque es sano mirarnos en sus obras.

En esta obra los reyes personifican el ejercicio del poder, del poder sin contrapesos, absoluto, en su doble vertiente, en su efecto sobre sus súbditos pero también en ellos mismos ya que son personajes sumamente desgraciados, pero no es el único poder que preocupa al autor, también alerta sobre el que ejercen aquellos a quienes contratamos para hacerse cargo de nuestros asuntos, como sería el caso del marchante que representa al paisajista o del administrador del duque, gente que ejerce un poder en la sombra que logra apropiarse de la vida de sus empleadores hasta que no queda claro quién trabaja para quien. Y el poder no es una buena cosa, no es este reino oscuro, ya que es una fuente de obsesión y locura tanto en los que mandan como en los administrados. Pero no es desde luego un tema menor la docilidad de los súbditos, me parece a mi que en un autor tan alejado del panfleto si hay algo parecido a un llamamiento es un cierto anhelo de rebeldía.

Respecto al arte, puede parecer que hay un análisis negativo del arte moderno, se habla de los pintores que solo pintan rayas o de un escritor que solo describe escenas, por ejemplo, pero tengo para mi que lo que ataca Hermosilla es el arte vacuo, el que no tiene una idea o una emoción detrás. No es una cuestión de estilo sino de compromiso. El proceso de transformar el talento en arte es sumamente interesante, pero el de mantener los valores artísticos en el proceso de transformar el talento en un modo de vida es un gran tema. Sea en el caso del arte como en el poder, el estilo torrencial y contundente del autor podrá gustar más o menos pero lo que nadie podrá decir es que no le hace pensar.

Los personajes con los que hablan los arquitectos son obsesivos, hablan de sus preocupaciones, que no son tan diferentes de las nuestras aunque no tengamos el coraje de expresarlas de la misma manera, y nos transportan por ese reino que no se ubica claramente en el espacio ni en el tiempo pero que tanto dice de nosotros. Un marchante que odia a los artistas a los que representa, un cocinero que solo cocina especias, un rey que decide enfrentarse a Dios porque no debe haber nadie con más poder que él son una buena muestra de una serie de personajes que se mueven entre la brillantez y la confusión, entre la libertad y la locura y que nos cuentan sus cosas, claro, pero que además nos recuerdan que la literatura no es solo contar historias, que es arte y como tal debe tener influencia sobre los lectores de cuantas maneras le sea posible, y en este caso lo consigue. Estamos tan acostumbrados a juzgar los libros por la trama, por el ritmo, por los giros, por herramientas que se han confundido con objetivos, que corremos el riesgo de no saber como meter mano a un libro como este pero, créanme, merece la pena arriesgarse.

Y si han tenido la fortuna de leer su obra anterior, les advierto, en esta también hay jardineros. Los jardineros de Hermosilla no son cosa de tomarse a la ligera, ya sé que es posible que no sepa de qué le hablo pero eso no me exime del deber de advertirles, igual que los paquetes de tabaco contienen cuadros de advertencia que explican lo que contienen y las enfermedades que provocan los de Hermosilla debieran advertir de que contienen jardineros y provocan reflexiones que pueden perjudicar seriamente su zona de confort. Expresión que, por cierto, comienzo a detestar.

Hacer una sinopsis de este libro es relativamente sencillo, solo que necesariamente dirá tan poco de él como la de otro libro diferente porque al final Un reino oscuro no es tanto un libro como una experiencia, no la más amable, desde luego, no la más sencilla. No es luminosa aunque ayude a ver cierta luz, no es realista en el sentido tradicional de las obras costumbristas ni fantástica en el sentido que se le da ahora al término, no esperen encontrar hadas, unicornios, magos ni mitología y sin embargo es más realista que las obras así clasificadas y más fantástica que las que presumen de esa etiqueta. No es para todos los públicos pero tampoco es para un público concreto, es una obra personal y para personas, habrá quien tenga la suerte de encontrar en ella un hallazgo que cambie su relación con la literatura y probablemente con la vida y habrá a quien le genere rechazo. El arte es lo que tiene.

Andrés Barrero
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