Una madre (II)

“Una madre”, de Alejandro Palomas

Una madre

Si mi trabajo consistiera en idear frases ingeniosas que fueran impresas en las bandas promocionales de los libros (esas que algunos libros llevan, que usamos como punto de lectura y que al acabarlo acaban en la basura, al menos en mi caso) para este encargo no me lo pensaría mucho: “Te revienta las entrañas”. Así de claro, así de impactante y así de sincero. Sin exagerar nada. Emotivo es poco…

Y, sin embargo, qué difícil es hacer una reseña de este libro en la que se pueda trasladar todo lo que he sentido al leerlo y todo lo que el libro cuenta…

Habrá que empezar por algún sitio… (Sí, ya me he dado cuenta, los tres párrafos acaban con puntos suspensivos, qué le vamos a hacer).

De siempre me han gustado las tramas de familia, las tramas en las que se ven las trayectorias de sus miembros, de saber cómo han cambiado de lo que eran a lo que son ahora, de sus recuerdos y nostalgias, tan comunes a cada uno de nosotros y tan diferentes al mismo tiempo.

En Una madre, nos situamos en Barcelona, horas antes de la cena de Nochevieja. Amalia, la madre –65 años–  y prota, por fin ha podido reunir a toda la familia y está nerviosa por ello. Por ello y porque intuye que será una noche de acontecimientos, en la que lo único que le va a importar es estar con los suyos con “su sangre” y, si es posible, intentará ayudar a todos y que se hable de todo lo que se calla porque en esa familia “cuesta tanto decir las cosas”.

Como un invitado más nos sentaremos a la mesa cual convidados de piedra para asistir a sus conversaciones y enterarnos de sus heridas, sus secretos y sorpresas.

El retrato que Alejandro Palomas hace de la madre es tragicómico. Por un lado se nos presenta como alguien con pocas luces que es capaz de creerse timos de los que cualquiera pondría tierra por medio o como una samaritana capaz  de guardarle a un joven del parque una “paquete de harina” o incluso como alguien que contrata tres líneas de ADSL sin tener conexión a Internet. Pero por otro lado es de todo menos tonta porque se da cuenta de todo. De todo. Es más. En ocasiones parece que sea demasiado lista y el resto del tiempo se haga la tonta.

Y es que tras divorciarse de un hombre que fue mal marido, mal padre y estafador  Amalia se desató y comenzó a vivir la vida como nunca antes. Esa será una de las lecciones de este libro. Vivir sin miedo, porque no hay nada más triste que llegar a una edad y no haber vivido lo que se ha podido vivir. Y esto que parece tan lógico y obvio, muchas veces se nos olvida. Amalia se preocupa por sus hijos, sufre por ellos y quiere que sean felices, especialmente Fer, el narrador de esta historia, quien ha decidido esconderse de la vida. Pero todos, tanto sus hijos (Fer, Silvia y Emma) como el tío Eduardo tienen sus cosas y es Amalia quien carga con parte de ese peso.

Moviéndonos entre el presente y el pasado Palomas nos va preparando para un final en el que todo se desbarra, como uno de los tópicos de esas comilonas familiares en las que algún miembro acaba en Urgencias. Pero no. Aquí las explosiones no son físicas. Ni tan siquiera explosiones. Son implosiones emocionales con resultados positivos.

Una madre se centra sobre todo en Fer y Amalia, pero es una novela coral, con personajes muy bien perfilados y creíbles a los que la vida no ha tratado del todo bien. Personajes como cualquiera de nosotros, con sus problemas y sus alegrías, sus trabajos y amigos, miembros de una familia que se quiere y se mantiene más unida y más fuerte desde la desaparición de su vida del patriarca. Un todos para una y una para todos.

Amalia es el retrato de una madre, pero es todas las madres porque lo quieras o no, el amor de madre es algo universal y nunca se deja de ser madre. Para bien y para mal.

¿Es un libro con el que llorar? No diría tanto. Es posible que alguien se emocione tanto al leerlo que llegue a soltar algunas lágrimas. Lo que es imposible es que no te toque la patata.

¿Veis? Al final  no he podido reflejar fielmente lo que Una madre te hace sentir, pero con lo que realmente hay que quedarse es con que es un libro que merece la pena ser leído.

 PD: En este mismo blog ya existía una (gran) reseña de este mismo libro a cargo de Sergio Sancor.

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