Al paraíso

Reseña del libro “Al paraíso”, de Hanya Yanagihara

Al paraíso

¿Sabían los obreros que trabajaban en las catedrales que estaban construyendo monumentos? ¿Lo sabían las personas que pasaban cerca, los panaderos, los herreros? ¿Eran capaces de comprenderlas en toda su inmensidad o su visión quedaba limitada por las circunstancias del momento, por su cultura?


Uno piensa la misma cosa al empezar y al terminar Al paraíso, de Hanya Yanagihara. Es inabarcable, ¿la comprenderé del todo? Se piensa al comienzo porque el volumen ocupa casi mil páginas, que son muchas incluso viniendo de la enorme “Tan poca vida”. Se piensa al terminar también porque queda la impresión de haber sido apabullado por la autora, de haber recogido solamente la mitad, o menos, de las monedas de oro que ha ido soltando en su camino. Por eso puede que esta no sea la lectura más placentera o reconfortante del año, pero sí una de las que más se recuerden.

El libro está dividido en tres partes. La primera podría pasar por un drama romántico de la era victoriana si no fuera por un par de detalles. Discurre en el Nueva York de 1893, pero los Estados Unidos no están tan unidos sino enfrentados unos con otros y en los Estados Libres, donde se sitúa la ciudad, la homosexualidad es permitida y de hecho es la orientación preferida de hombres y mujeres. En este contexto, David Bingham, un joven heredero, se debate entre la lealtad a su rica familia y el primer gran amor de su vida. Para perseguir lo segundo deberá romper con lo primero, algo que lo empobrecerá considerablemente y que, además, podría tratarse de un gran error. Sin solución de continuidad saltamos cien años en el tiempo a la segunda parte, donde otro David Bingham ejerce de asistente legal para un bufete de abogados mientras mantiene una relación con su acaudalado jefe, Charles Griffiths. Son los años del VIH (aunque no se nombra), y David ve cómo la generación de Charles sucumbe a la pandemia mientras reflexiona sobre su propio papel en la vida y trata de mantener en secreto la historia de su padre, descendiente de la antigua realeza de Hawái. La última parte, la más extensa, nos hace saltar a 2093. Las pandemias son entonces recurrentes, el calentamiento global ha llevado el clima a extremos insoportables y se ha producido una reordenación radical de la sociedad. El estado abarca todo: raciona la comida, establece los horarios y controla la producción de los escasos bienes. Charlie Griffiths, una técnico de laboratorio que sobrevivió con secuelas a una de las pandemias en su infancia, registra su anodino día a día, en el que su mayor intriga es conocer qué hace su marido cuando, una noche por semana, el estado les permite salir el uno sin el otro. Al mismo tiempo, en esta parte se intercalan las cartas que escribía varias décadas antes su abuelo Charles Griffiths a su compañero Peter, los dos científicos prominentes, cada uno a un lado del Atlántico. Con ellas comprendemos cómo se ha producido la irremisible caída de la civilización conocida hasta ese momento.


Al paraíso es desigual, sincopado. No se trata de uno de esos libros de largo aliento en los que contemplamos varias generaciones de una misma familia y hay que pasar páginas hacia delante y hacia atrás para ver quién era quién. Aquí raramente lo que acontece en una parte nos da claves sobre las otras dos. Eso sí, se repiten ciertos nombres y sobre todo regresan los mismos lugares, en especial la casa de Washington Square en la que comienza el libro y en la que viven en algún momento los dos David y Charlie. Una propiedad majestuosa, que nos descubre una verdad oscura del libro: todo se desarrolla en las altas esferas, en familias acomodadas, o que lo han sido, y sin embargo no dejamos en ningún momento de asistir a una tragedia. Si los elegidos lo pasan tan mal, pensamos, ¿cómo les estará yendo a los excluidos, a los parias? Tan espléndida como asfixiante, en eso es en lo que más se parece esta novela a Tan poca vida. Deja poco espacio para sacar la cabeza del agua, para ser feliz, para el regocijo.


Al paraíso lidia en algún momento u otro con muchas de las grandes preocupaciones de nuestro tiempo. El clima, el legado que dejamos a las generaciones futuras, cómo nos recordarán, la desigualdad económica, la homofobia, el racismo, la apropiación cultural. Sus protagonistas son tan privilegiados como lo podemos ser nosotros en este punto de la Historia, sus vicisitudes nos recuerdan lo cerca que estamos de dejar de serlo y lo poco que nos damos cuenta. En ello está otra de principales sus fortalezas, en la capacidad para hacernos pensar, para que nos planteemos en qué consiste ser humano.


Obviamente hay momentos en los que la lectura cansa, es un libro al que es difícil ver el final. La primera parte resulta fabulosa, la construcción de una Historia alternativa es perfecta y la trama le va como un guante. Quizá sea la segunda la más frustrante, obtusa, antinatural, y para disfrutar de la tercera hace falta un poco de gusto por la distopía climática.
No deja por ello de ser un ejercicio literario de primerísima categoría, que algunos han catalogado de “obra maestra de nuestro tiempo” y otros, al contrario, de traje nuevo del emperador. Aunque yo me inclino más por lo primero, el tiempo, igual que con las catedrales, dará y quitará razones.

2 comentarios en «Al paraíso»

Deja un comentario