Alicia en el país de las maravillas

Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll

alicia-en-el-pais-de-las-maravillasRevisitar los clásicos siempre es una buena idea, pero ocurre que hay clásicos que están tan instalados en el subconsciente colectivo que todo el mundo cree conocerlos y tan convencidos estamos de ello que nos conformamos con las versiones más o menos (más bien menos) fieles que la máquina imparable de la industria del ocio audiovisual y rara vez nos detenemos en los originales. Y nosotros nos lo perdemos porque Alicia en el país de las maravillas, Peter Pan o incluso otros no infantiles con Frankenstein o Drácula sólo se conocen cuando se leen y resulta paradójico que su capacidad de sorpresa se mantiene intacta. Cuando no ha crecido.

Puede que, de los clásicos infantiles, sea Alicia en el país de las maravillas el que nos ha llegado más adulterado, la versión edulcorada que de la obra de Lewis Carroll (personaje en sí mismo extraordinariamente interesante) no hace honor a la extraordinaria libertad creativa que se respira en el texto original. Pocas cosas que haya leído en mi vida están a esa altura en lo que a la imaginación y a la fantasía se refiere.

De todas las circunstancias que rodean a Alicia, tal vez sea la de su creación la más extraordinaria, pensar que esta obra nace de un cuento improvisado a las hijas de unos amigos durante un paseo vespertino resulta un verdadero desafío a la idea de la creación como sufrido trabajo. Alicia en el país de las maravillas demuestra que las musas existen y son además bastante juguetonas. Porque esta criatura de Lewis Carroll no se concibe como el resultado de un sesudo estudio o una ardua tarea de investigación, Alicia es el mayor homenaje que se haya hecho a la literatura como juego, a la imaginación como guía y a la libertad como única norma.

Las cosas que le ocurren a Alicia son relativamente conocidas y son extraordinarias, pero ella misma como personaje no lo es menos. Es original, divertida y por sí misma es suficiente atractivo para hacer funcionar la historia, pero hay mucho más, y debe leerse la obra para averiguarlo. Lewis Carroll sabía lo que hacía, o tal vez no, pero en todo caso Alicia en el país de las maravillas funciona tan bien como en su época, independientemente de que hoy día creamos que nuestra capacidad de asombro no existe o no es comparable a la de entonces.

Esta edición, además, es un verdadero regalo, ilustrada con una fidelidad al espíritu de la obra que desde luego no adoptaron muchos de quienes la dibujaron anteriormente sin duda guiados por otros criterios diferentes de los que inspiraron a Lewis Carroll en su día. Un libro estéticamente precioso y sin duda magnífico como regalo. Especialmente como regalo para uno mismo porque es una obra indispensable en cualquier librería y para cualquier lector, independientemente de su edad o sus gustos.

En definitiva, le recomiendo encarecidamente que visite a Alicia en su país y que lo lea con sus ojos de niño, que seguro que sabe dónde los tiene guardados. No se arrepentirá, se lo aseguro. Y si se arrepiente, tenga cuidado, no seré yo porque soy tremendamente respetuoso con todos y cada uno de los lectores, pero no faltará en el libro quien le juzgue y le condene (no necesariamente en ese orden) a ¡que le corten la cabeza!

 

Andrés Barrero
@abarreror
contacto@andresbarrero.es

 

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