Baruc, de Guillem Borrero

BarucTiene un gran mérito lograr que una novela con cuyo protagonista cuesta empatizar interese y se lea con emoción. Baruc, el personaje en cuestión, es un joven de 38 años sin oficio conocido pero con cuatro carreras a medias, lo que él no considera un fracaso, ni cuatro, sino una cualificación que le hace despreciar cualquier oferta de trabajo a su alcance porque no es lo suficientemente buena para él, y con un catálogo de habilidades prácticas para la vida cotidiana no mucho mejor que su curriculum profesional. De hecho, al inicio de la novela, sus virtudes se circunscriben a la capacidad de gastar con arte la tarjeta de crédito de su madre en la vida nocturna de una Barcelona que se nos presenta como una ciudad un tanto decadente que vive del recuerdo de lo que fue su encanto cosmopolita transformado en la actualidad en un problema de convivencia con el turismo. Interesante el concepto de terroturismo que acuña, por cierto.

Así las cosas de repente se ve obligado a valerse por si mismo a la fuerza ya que su madre se marcha a vivir a Francia con su marido y él se ve obligado a encontrar un techo y un sueldo del que vivir. Podría Guillem Borrero haber explotado la vena humorística de su incapacidad para los detalles prácticos como hacer café, pero no, es una novela seria aunque contenga momentos divertidos. El fenómeno social de una generación de Barucs es algo inquietante que merece cierta atención, y no lo digo como reproche hacia ellos sino que me pregunto por las causas de su aparición.

Baruc desde luego no es tonto y, además, cuando tiene que trabajar lo hace y mucho, pero su vida sigue teniendo algo de ajeno a si mismo, es más bien una colección de acontecimientos que se suceden sin que él sea otra cosa que un testigo bastante neutro, aunque no imparcial. Y aquí es donde entra el otro fenómeno al que me refería al principio, el turismo, porque de una forma u otra, tras no pocas vicisitudes, es este fenómeno el que le lleva por fin a tener iniciativa, a ser, aunque sea por una vez, protagonista.

Me interesa mucho este fenómeno, no tanto el turismo en si y los problemas de convivencia que trae consigo en algunas ciudades, sino la evolución del mismo en esos lugares, cómo se ha pasado de estar orgulloso de un espíritu abierto y cosmopolita, de presumir de ser foco de atención de turistas a desear alejarlos y percibirlos como un problema. Probablemente porque lo sean, no me atrevo a juzgar un problema que realmente no conozco, simplemente me resulta una situación interesante.

Y si la situación es interesante, el desarrollo que hace Guillem Borrero de ella lo es aun más, es brillante diría, y además original. Ha logrado sorprenderme su forma de afrontarlo, con su enfoque filosófico incluido, que va mucho más allá de ser un recurso con el que contar una historia y logra, creo que ha quedado claro, interesar al lector en el fenómeno.

Llega uno así hasta el final del libro y se emociona, no diría que acaba por identificarse con Baruc, no se trata de eso, pero se alegra de haberle conocido, a él y a las realidades en las que vive y que van de su mano. Una novela sumamente interesante, sin duda.

Andrés Barrero
@abarreror
contacto@andresbarrero.es

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