El Cuáquero

Reseña del libro “El Cuáquero”, de Liam McIlvanney

El cuáquero

El Cuáquero, de Liam McIlvanney es una novedad de la Editorial Catedral Noir que viene pisando fuerte desde que ganó en 2018 el Premio Bloody Scothland McIlvanney en 2018 a la mejor novela criminal de Escocia (lleva el apellido de su padre, el escritor William McIlvanney, creador del Tartar Noir).

Leer esta novela ha sido un ejercicio de innovación para mí. Me estreno con el autor y con el llamado género hard-boiled que desconocía totalmente. Siempre es magnífico aprender algo nuevo.

La historia que nos cuentan en El cuáquero se sitúa en Glasgow en 1969, una época en la que para poder identificar a un asesino había que usar retratos robots, donde no existía internet y donde, por supuesto el uso de telefonía móvil era algo futurista. Todo esto crea un ambiente cargado de agentes desesperados por encontrar pistas más allá del escenario del crimen. Es difícil crear la imagen de un sospechoso cuando no puedes tirar de imágenes reales y sólo cuentas con los testimonios de gente que se ha pasado casi toda la noche bebiendo alcohol.

Tres mujeres han sido violadas y asesinadas y lo único que se sabe es que habían quedado con un joven extremadamente  bien educado que no da el perfil de asesino. Sus víctimas fueron seleccionadas en una sala de bailes y parece que todas ellas estaban casadas o tenían al menos un hijo.

Los testigos afirman que el asesino hablaba mucho en términos religiosos, de ahí el apodo de “el cuáquero”.

El agente McCormack es enviado a la comisaria encargada del caso a que realice un informe sobre la investigación infructuosa que están realizando los agentes y ver si es viable cerrarlo. Esto, por supuesto, no va a ser muy celebrado por sus compañeros y no se lo van a poner fácil.

Lo que más me ha gustado de El cuáquero  ha sido que da voz a las víctimas. Como si de una carta o un diario se tratase, todas nos hablan de su muerte y de cómo se sintieron al conocer a su asesino y al darse cuenta de lo que estaba pasando.

También es agradable no encontrarse con los típicos clichés que podrían haber convertido la novela en una más del género. Pero no la he disfrutado como yo esperaba.

El cuáquero de Catedral Noir, tiene muchos ingredientes para ser una gran novela negra o criminal, pero a mí, particularmente, me ha resultado repetitiva.

Para hacernos entrar en materia, el autor repite demasiadas veces cómo la investigación no ha avanzado ni han conseguido encontrar al asesino. La primera parte de la novela se centra prácticamente en eso. Creo que con una o incluso dos veces que lo hubiera contado habría bastado. Me ha dado la sensación de que o cree que no nos enteramos o que necesitaba él mismo repetírselo para no perder el hilo.

El agente McCormack  es un galés auténtico que intenta ser un policía de los de antes pero usando su propio método. Habla gaélico y cuando lo utiliza he echado en falta esas buenas Notas a pie de página con su traducción. Me ha hecho falta tirar de internet para entender algunas frases y a lo mejor no era necesario porque se sobreentiende lo que está escrito, pero estamos intentando resolver un crimen. Seamos serios, no está la cosa como para perder el tiempo, ¡está muriendo gente!

Yo no sé si El cuáquero de Catedral Noir va a pasar a la historia de la literatura criminal como una gran novela o si lo hará sin pena ni gloria. Tampoco pretendo convencerte de que no la leas, ¡faltaría más!, la lectura de una novela es algo muy personal, es abrir tus sentidos a una historia y ver a dónde te lleva. A mí me ha entretenido durante un par de días, pero poco más. A ver qué te parece a ti y nos cuentas.

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