El Eternauta

Reseña del libro “El Eternauta”, de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López

El Eternauta

Publicada por entregas en Argentina entre 1957 y 1959, reeditada múltiples veces ya en un único tomo y traducida a un buen puñado de lenguas, El Eternauta es un pedazo grande de la historia de la novela gráfica en español, hasta el punto de que es considerada su comienzo, la primera de su género en nuestro idioma. Un logro más o menos temprano de dos grandes como Oesterheld, luego responsable de obras con Hugo Pratt entre otros, y Solano López, que se prodigaría posteriormente en las mejores revistas de ambos lados del charco, incluso de lengua inglesa.


La historia que se narra en El Eternauta es universal pero a la vez hija de su tiempo. Una noche, de súbito, una nevada en apariencia radiactiva cubre la ciudad de Buenos Aires. Juan Salvo, el protagonista, que está jugando a las cartas en casa con unos amigos, repara en que cualquiera que entra en contacto con aquella misteriosa nieve perece al momento. Es un desastre causado por un accidente nuclear, piensan al comienzo, para luego descubrir algo más inquietante: se trata de una invasión alienígena. Pertrechados con trajes aislantes, los hombres deberán salir y enfrentar al enemigo, para lo que necesitarán encontrar aliados ahí fuera… y discernir si pueden confiar en ellos.
Pánico nuclear, guerra entre hemisferios y la idea de la unión colectiva como medio para salvar las dificultades, una visión sudamericana opuesta a la idea del superhéroe que por aquellos tiempos emanaba del cómic que llegaba de los Estados Unidos y Europa. Sin que sea demasiado evidente, subyace en El Eternauta el espíritu que posteriormente llevaría a Oesterheld a militar contra el régimen militar en la clandestinidad y, en último término, a ser ejecutado. Juan Salvo es un hombre normal que hace frente a la adversidad de un modo un tanto fatalista, con una valentía impuesta por la necesidad que resulta muy realista, y acierta el guion en situar a su lado a sus dos acompañantes principales. Por un lado Favalli, un sabio modesto, hombre de ciencia y de buenas ideas, y por otro lado Franco, joven, bravo y siempre dispuesto a partirse la cara con cualquier invasor pero no exento de inteligencia.


El guion de Oesterheld sigue un patrón rítmico sencillo adecuado para la periodicidad de la publicación, que cada pocas páginas recoge y recuerda hechos pasados. Las viñetas son sencillas, muchos primeros planos bien resueltos y escenas de acción que no se hacen repetitivas.


Como si se tratara de un incunable, hay que acercarse a El Eternauta casi diría que con guantes y mascarilla y tener en cuenta su edad. El principal problema del texto para los estándares del siglo XXI es el uso de los personajes femeninos. Ya no es que no tengan ningún papel principal, es que cada vez que aparece alguna de ellas contemplamos una y otra vez una sarta de micromachismos inaceptables. Más allá de eso, quien pueda ir más allá, se encuentra una joya que en la edición que ahora llega luce como el primer día, una pieza de museo que nos hace recordar lo que significaba ir al quiosco cada semana a recoger un puñado de páginas con las que resolver la intriga de la semana anterior y continuar el viaje de unos personajes que terminaban siendo uno más de la casa.

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