El viaje de Shuna

Reseña del libro “El viaje de Shuna”, de Hayao Miyazaki

el viaje de shuna

A día de hoy Hayao Miyazaki es el maestro indiscutible de la animación. Nadie puede hacerle sombra. Nadie se atreve a toserle. Ningún nombre propio asociado al arte de elaborar películas de animación ha llegado donde lo está haciendo Miyazaki. Un ejemplo es su última obra, El niño y la garza (Kimitachi wa Do Ikiru), que allá por donde pasa es como un ciclón, cosechando todo tipo de éxitos y revolucionando crítica, público y taquilla. Probablemente la magia de Studio Ghibli (el estudio de animación que Miyazaki fundó junto al ya fallecido Isao Takahata) no solo radique en esos dibujos animados que parecen una pieza de orfebrería artesanal y única, sino en esas tramas maduras, complejas pero sin caer en la confusión ni en paternalismos, que exaltan unos valores tan benéficos para la sociedad que incluso las películas más antiguas de su catálogo siguen estando de actualidad. Así de vigente es también el mensaje que Miyazaki nos trasmite en El viaje de Shuna, un libro que originalmente fue publicado en Japón en 1983 y que cuarenta años después, y gracias a Salamandra Graphic, nos llega por fin traducido al castellano y al catalán.

Así como El viaje de Chihiro tiene ciertas similitudes con Alicia en el país de las maravillas y Ponyo en el acantilado es una versión muy sui géneris (y, digámoslo, mucho mejor) de La Sirenita, Miyazaki miró hacia el Tíbet para escribir y dibujar El viaje de Shuna. El príncipe que se convirtió en perro es la leyenda tibetana sobre la que Miyazaki fue bosquejando y elaborando su propio cuento hasta construir una nueva leyenda repleta de mitología, paisajes de ensueño y personajes que son el arquetipo de lo que hoy encontramos en las películas de Ghibli. Shuna sería el héroe de la historia. Es el príncipe heredero de un reino que vive agostado por la escasez de comida. Con todo, los habitantes del lugar se resignan a una vida de penurias e intentan vivir lo más felizmente posible. Un día Shuna rescata a un anciano que carga con una bolsita de semillas. El hombre le relata una historia inverosímil sobre un lugar, más allá de los confines del oeste, donde los prados están repletos de cosechas y de unas semillas que arraigan en cualquier tierra. Shuna quiere estar a la altura de su cargo, así que contraviniendo a su padre y a los ancianos del consejo emprende un viaje para dar una vida mejor a su pueblo. Antes incluso de que Shuna emprenda su viaje, descubriremos que El viaje de Shuna es una mezcla muy singular entre manga, cuento ilustrado y story board. Apenas hay bocadillos y, en cambio, sí mucho texto de apoyo que narra cada nuevo paso del aventurero y que es mostrado con unas impresionantes acuarelas donde todo tiene ese aire asiático y ancestral, donde los exorbitantes paisajes parecen estar aguantando la respiración en una quietud que ni hombres, dioses o seres mitológicos son capaces de perturbar.

A medida que avanza la historia, incluso antes de que Shuna llegue a esa ciudad abarrotada de gente donde el principal producto son los esclavos y que el subtexto nos habla de un capitalismo salvaje e irracional, ya podemos ver algunas de las ideas seminales que más tarde darían forma a algunas películas de Ghibli. Shuna en sí, montando su yakul, nos recordará a Ashitaka de La princesa Mononoke, así como Tea sería el equivalente de San. Tea, superviviente nata, tomará el rol protagonista en determinado momento para, empujada por ciertos escollos a superar, tomar las riendas del heroísmo y adaptarse a cada situación y ganar la libertad que en cierto momento le fue robada. La impresionante naturaleza (vastas praderas, desiertos sin fin, mares embravecidos) y el mensaje que flota a lo largo de la historia, esa imperiosa necesidad de que tecnología, tradición y naturaleza vivan en equilibrio y formen parte de la misma armonía nos traslada a Nausicaä del Valle del Viento. En El viaje de Shuna tras esos extraños seres que medran en la noche y se alimentan de personas, tras los colosos que rondan por los prados con una misión repleta de incógnitas o incluso tras esos extraños dioses con un plan metafórico que son el enigma a resolver por cada lector, se encuentra esa simiente que más tarde germinaría para transformarse en algo nuevo y mágico.

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