Intimidades

Reseña del libro “Intimidades”, de Katie Kitamura

Intimidades

Mirando por la ventana de mi lugar de trabajo vi a una chica llevar un discreto ramo de flores azules. Lo que me llamó la atención fue la manera que tenía de llevarlas, agarradas con despreocupación con una mano, pero con el brazo flexionado y algo separado del cuerpo. Iba caminando con determinación, pero sin mucha prisa y con el ceño ligeramente fruncido, en contraposición con su actitud corporal relajada. Cuando observo algo que no encaja comienzo a construir la historia que hay detrás a partir de los detalles que han captado mi atención.  La manera que tienen de mirar, de moverse, sus gestos y arrebatos, especialmente cuando no saben que están siendo observados. Estos pormenores son importantes, porque pertenecen a la esencia de lo que somos, nos permiten conocernos. Intimidades de Katie Kitamura nos habla precisamente de ello. La autora posee una mirada minuciosa que analiza los movimientos y ademanes que nos hace ser quien somos y que determinan nuestras relaciones con los demás.

La protagonista es una neoyorkina que se traslada a La Haya para trabajar en el tribunal de la ciudad como intérprete después de que su padre muriese repentinamente y su madre decidiese mudarse a Singapur. Ella no se siente en casa en la nueva ciudad, pero tampoco reconoce Nueva York como su hogar. La pérdida de identidad y el desarraigo es muy común en aquellos que viven desplazamientos constantes. La sensación de aislamiento y la falta de apego, así como la confusión y la desorientación son males que sufre la protagonista y son características propias de la gente que vive una vida nómada. Esto también determina la manera en la que generamos contacto con los demás. El personaje principal se enamora de Adriaan una relación con la que empeora la sensación de desarraigo, ya que él en un momento dado debe partir y desaparece por un tiempo sin dar ninguna explicación, dando lugar a una sensación de desapego emocional y abandono.

Que la protagonista sea intérprete es muy conveniente, ya que le sirve a la autora para abordar los límites del lenguaje. En los juicios que se suceden durante el relato de Intimidades queda patente que aquello que no se dice, en ocasiones está más cargado de información que lo que sí decimos. Cuando la protagonista traduce no sólo cambia una lengua por otra, sino que interpreta el lenguaje corporal, esto es, las miradas, la postura, los gestos, ya que todo ello es igual de importante que lo que decimos. De hecho, es más universal, ya que independientemente de la cultura podemos leer a alguien por su forma de estar, de moverse y de interactuar con su entorno.

Eso era lo que ofrecía una nueva relación, pensé, la oportunidad de ser alguien distinto a quien se es.

Intimidades llega a mí en un momento en el que estoy conociendo a gente nueva, con quienes estoy estableciendo vínculos y no puedo dejar de pensar en esta frase. Es cierto que en mi caso, es estimulante crear una nueva identidad, sentir que tengo el poder de reinventarme, de poder mostrar una diferente versión de mí misma, no necesariamente mejor, simplemente distinta, con la esperanza de que la otra persona descubra en mi algo nuevo que nadie anteriormente fue capaz de ver. Me descubro muchas veces identificando en la otra persona gestos que me son familiares de otras personas a las que aprecio, en un intento de conectar y de establecer esa complicidad. Yo al igual que la protagonista no me siento muy arraigada a ningún lugar en concreto y quizás esa búsqueda de encontrar en lo nuevo algo que ya conozco sea un intento de encontrar por fin a alguien que signifique hogar. La utopía de encontrar en los demás el arraigo, de sentirlos como las raíces que nos amarran.

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