Reseña del libro “La boca de los cien besos”, de Tula Fernández
La historia, como dijo Virginia Woolf, está escrita por mujeres cuyos nombres quedaron escondidos detrás de un simple “anónimo”. Una forma efectiva y, permítanme decirlo, muy masculina de hacerse con el control. No obstante, como bien sabemos, la historia también la escriben las mujeres. La boca de los cien besos es una de esas historias que pretenden traer a la memoria y devolverle su justo espacio a todas esas mujeres que escribieron y siguen escribiendo nuestro pasado, presente y futuro. Un relato tan necesario como la vocación con la que nace.
Tula Fernández es profesora en Estados Unidos desde hace dos años. Ella, que conoce bien el desarraigo y ha vivido en primera persona la sensación de saberse extranjera, se lanza al mundo literario con este primer libro. Sinceramente, me parece increíble que una novela como esta, tan precisa, tan brillante, tan bellamente escrita, pueda ser la primera obra de nadie. Tula Fernández ha conseguido embaucarme con su estilo, con su forma de narrar y describir la vida misma. No es nada fácil encontrar un estilo propio y mucho menos en una primera novela, pero he decir que, sin duda, podría reconocer su voz entre muchas y eso, además de ser un don de la autora, es una auténtica gozada.
La boca de los cien besos se mueve entre dos tiempos. Por una parte, el pasado, donde viajamos hasta La Habana de 1930 para conocer a Simplicio Rodríguez, un reputado pintor cuya propia soledad está más que asumida. El encuentro fortuito con Fernanda Mendoza supondrá un giro total en su vida y en su devenir. Esta mujer rubia de ojos verdes y boca hermosa se quedará a vivir en la cabeza de Simplicio hasta el fin de sus días. Un acontecimiento, todavía más fortuito, los unirá en amistad. Será Simplicio quien acompañe a Fernanda durante un embarazo no deseado y también en el momento del nacimiento de un varón llamado Walfrido, que será entregado por la madre a la Junta Central de Beneficencia. Un niño sordo, mudo y ausente que no sabrá qué es el amor maternal en su infancia, pero que no conocerá nunca el rencor, sino más bien la esencia más pura del amor al prójimo.
Por otra parte, la autora nos lleva al presente. Estamos en Miami en el año 2018 y conocemos a Babi, una mujer de 41 años que trabaja como profesora en un instituto. Babi, que vive con su madre Ana y su tía Marisela, proviene de una de tantas familias que salió de su Cuba natal buscando un futuro mejor. Ahora, inmersa en una vida más o menos estable, se plantea su presente.
Buscando algo de luz en sus raíces, Babi decide hacer un viaje a Cuba que le despejará algunas dudas y otras soledades. En su regreso, se trae consigo un cuadro que estaba en su anterior casa: un retrato del abuelo. Para su sorpresa, descubre que detrás de este cuadro hay un lienzo escondido. Se trata del retrato de una hermosa mujer que nadie conoce. ¿Por qué esa obra estaba en su casa?, ¿quién había decido esconderla?
Tras este viaje, Babi se arma de valor y toma la decisión de irse a Barcelona a trabajar por un tiempo. Aquel retrato de esa mujer desconocida la acompañará y muy pronto descubrirá que esta obra pertenece al famoso pintor cubano Simplicio Rodríguez. Poco a poco las pistas irán estrechando los lazos entre Babi y aquella mujer, entre pasado y presente.
La boca de los cien besos me ha sorprendido, me ha emocionado y me ha hecho maravillarme con la prosa de su autora. Como os decía, el estilo de Tula Fernández a la hora de narrar las relaciones familiares, las vidas y los lazos de unión entre personas es exquisito. Algo propio de grandes escritores. Estoy convencida de que, de seguir así, a Tula Fernández le espera un brillante futuro literario.
Este es pues el homenaje de la autora a todas las mujeres que, en algún momento de sus vidas, debieron comenzar de nuevo. Un homenaje a todas las mujeres que día a día luchan por progresar, por encontrar su camino a miles de kilómetros de distancia de sus raíces. Un homenaje también a la familia, al mismo amor y a la vida.
Una novela bellísima que no deberían perderse.