La falsa profecía

Reseña del cómic “La falsa profecía”, de Lorenzo Díaz, Nacho Arranz y sus alumnos

La falsa profecía

Siempre me ha maravillado el trabajo de los ilustradores a la hora de abordar una novela gráfica. Hay veces que detengo la lectura para fijarme en los detalles mientras pienso que lo que me lleva segundos observar es el resultado de una inversión de tiempo considerable. Cuánto, lo ignoro, porque mi nivel es el del pictionary. Pero la forma en la que se presenta La falsa profecía me ha abierto los ojos a la inmensa dedicación que hay detrás y que muchas veces no apreciamos lo suficiente. Nuevo Nueve ha apostado por nueve pares de manos, nuevas y no tan nuevas, en un proyecto escrito por Lorenzo Díaz y supervisado por el ilustrador y profesor Nacho Arranz.

Este es uno de esos libros que clasifico como experimentales, porque coordinar a tanta gente tiene que ser una locura. Al escogerlo me esperaba cualquier cosa, que se saliese del camino normal y me tirase a la cuneta del asombro, porque los experimentos suelen tener mucho margen para ello. Antes de arremangarme la camisa, preparada para lo que viniese, imaginaba que serían siete relatos independientes, uno por cada alumno que ha participado en su creación, aunque inspirados en el mismo mundo. Me ha sorprendido para bien que se repartieran las páginas de una única historia común, porque el esfuerzo de caracterización de los personajes es un reto añadido. Antonio González, Alejandro Gallardo, Gonzalo Rodríguez, Maribel Calderón, Saúl S. Buenestado, Alex Segura y Murat Dikkaya han sabido adaptar los diferentes estilos para que el lector pueda reconocerlos de principio a fin. 

Aquí es cuando entramos en harina… porque no estamos hablando de muñecos palo, monigotes o viñetas con protagonistas esferoides. La obra es de fantasía —«sí, por favor»—; está repleta de seres sobrenaturales y mitológicos —«cuéntame más»—; se desarrolla con viajes dimensionales —«Yisus»—; y se enmarca dentro la exigente y detallista temática Steam Punk —«Madre mía del amor hermoso»—.  Lo más alucinante es el trabajo de Perséfone, la protagonista, del que nunca había oído hablar: arqueóloga de futuros. Trabaja en una agencia familiar que se encarga de recopilar e investigar profecías para quienes puedan interesarles. Una profesión que se mueve entre la investigación y la asesoría, lo que le da cierto aire detectivesco.

Perséfone se ve envuelta en un lío muy gordo a cuenta de La falsa profecía, una de tipo apocalíptico que ha sido alterada. Parece ser que ni las arqueólogas del futuro se libran de las fake news. Al menos ella es sería y quiere llegar al fondo del asunto. El problema es que, por alguna razón, la gente se pone un poco sensible con el tema del fin del mundo y la protagonista trata de aportar un poco de sensatez en medio de tantos bandos.

Al principio no sabía ni por dónde me daba el aire. Los personajes parecían conocerse de antes, por lo que me faltaba contexto, y entender ese empleo tan chulo, que ya quisiera tener, concentraba toda mi atención. Pero luego enseguida las piezas empiezan a encajar y vienen las ganas de querer conocer más ese mundo complejo en el que conviven humanos y seres migrados de otro mundo.

He podido notar que el papel de las mujeres tiene un peso importante en la trama. Aparte de la protagonista, tendríamos lo equivalente a un hada escala 1:1, la mar de aplicada, y una elfa de carácter guerrero, no tan amistosa, que también estaría en el lado bueno de intentar solucionar las cosas. Del resto hay de todo, pero tienden a moverse por intereses más personales. También existe una piedra angular, un personaje de pasado desconcertante sobre el que se basa lo demás y que no deja de despertar preguntas según se conoce su situación.

El hecho de que la novela gráfica tenga una introducción y se preocupe de presentar a los autores ha hecho que valore más las escenas de acción. Las hay muchas y variadas, cada gesto, cada pirueta conlleva varias viñetas y un porrón de horas de trabajo. Imaginar que tendría que hacerlo yo me produce angustia, ya que no es solo dibujar, también hay que colorear y no es tan sencillo como rellenar cubeta. Por eso, aunque los años de experiencia varíen entre autores, me parece que el esfuerzo ha sido digno de mención. Solo de ver la inmensa biblioteca llena de libros —«¡cada línea de cada libro!»— me produce escalofríos. ¡Aquí hay pasión por lo que se hace! Los guiños de fondo han quedado muy simpáticos.

Me es muy difícil decir que no a la fantasía, creo que quien tenga el mismo sesgo va con ventaja si decide dar una oportunidad a La falsa profecía. En este caso, que los humanos estén implicados por igual en asuntos mágicos, que en principio les atañen menos, y no se haga distinción en cuanto a las capacidades de cada uno, me parece de lo más armonioso. Que aparte se preocupen por mantener ese equilibrio da bastante buen rollo. Y ya, que existan seres que además adopten vicios humanos como «lo de ser Influencer», entre otros ejemplos, es de comunión total. ¿Por qué nadie querría cargárselo? He ahí la cuestión.

Hay que ver lo que espabila una buena profecía un domingo por la mañana y las conspiraciones que nacen a partir de ella. La intriga apocalíptica es de mis preferidas. Tantas y tan diferentes… quién sabe si alguna puede servir. La de La falsa profecía no la había leído antes. Es de esas que solo puedes vivir en los libros, de campamento junto a la hoguera o en los mejores sueños. Allí donde tenga cabida la mitología. Pero qué estupendo saber que puedes sostener otra dimensión entre las manos y adentrarte en ella sin peligro de salir escaldada. O de no salir.

Deja un comentario