La mensajera del viento. Cuentos africanos I

Reseña del libro “La mensajera del viento. Cuentos africanos I”, de Alberto Guaita Tello

La mensajera del viento

Hay algo esencial que diferencia una historia al uso de un cuento regional. Es ese espíritu que te recorre el cuerpo ya desde las primeras líneas. Una sensación primigenia que invoca nuestros recuerdos para recrear el ambiente apropiado y sumergirnos en él. En esta línea, la editorial Raspabook nos trae La mensajera del viento, un recopilatorio de cinco cuentos africanos escritos por Alberto Guaita Tello, e ilustrados por Elena Calderón Pera, que nos permiten conectar con la tierra madre.

Cuando pienso en África obvio toda su diversidad y me voy de lleno a los leones y elefantes de la sabana, a las selvas densas y misteriosas, a la parte salvaje y mística que encaja bien con este libro. Lejos de los enredos de los dioses griegos, en estos cuentos africanos las creencias parecen surgir de la misma tierra y sus elementos. Esta forma de ver el mundo me parece de lo más instructiva, porque no se basa en la veneración ni antropomorfiza lo que no se puede explicar. Se centra en el respeto y en asumir que la naturaleza funciona de una determinada manera, para bien o para mal. Esto no quita la parte espiritual y concuerda con la concepción general que tenemos de esa parte del continente.

El título La mensajera del viento hace referencia a la protagonista del primero de los cuentos. Una niña que vive en un poblado donde la falta de agua convierte este recurso en un símbolo de poder. Estamos ante un doble conflicto en el que la parte social se apoya en la natural y cualquier variación puede originar una reacción en cadena. El resultado es una lección de moral y coraje en la que cada acción tiene sus consecuencias. En definitiva, una enseñanza de vida con su punto de fantasía. Los cuentos, aunque autoconclusivos, tienen una curiosa relación. Cada uno cuenta su propia moraleja y se intercalan protagonistas humanos con fábulas que se desarrollan en un entorno naturalizado. Así, tenemos un cuervo orgulloso, un niño que tendrá que poner a prueba su valentía en la selva para reparar un error, una salamandra curiosa que no encuentra su lugar en el mundo y un intercambio de favores entre una elefanta y un ave migratoria que viaja hasta el Parque de la Naturaleza de Cabárceno, en España, para cerrar este recopilatorio de forma muy emotiva.

En principio es un libro orientado a los más jóvenes. Las frases son claras y amables, las descripciones directas, se lee rápido y muy bien, sin embargo, también tiene margen para aprender nuevas palabras no tan comunes relacionadas con la naturaleza. El texto viene acompañado por ilustraciones a todo color que cuidan los motivos y la estética de esta parte del mundo, el complemento ideal para las descripciones. He disfrutado especialmente de las que contienen animales, en parte porque tengo ese sesgo, pero es que no tienen nada que envidiar a las láminas que suelen decorar las paredes de muchas habitaciones.

Me resulta difícil escoger entre los cuentos, sobre todo ahora que estamos en la época ideal para poder compartirlos con nuestros hijos durante las vacaciones. Creo que todos encierran valores que deberíamos guardar bajo la piel. Pero me arriesgaré y diré que el último está muy bien escogido en esa posición. No solo porque hace de enlace entre todos ellos, sino porque hace de enlace entre todo en general. Es difícil explicarlo sin revelar el contenido, pero tiene una moraleja multicapa en la que se puede escarbar todo lo que quieras según la edad del lector. De manera imaginativa, alivia un poco la culpa que nos asalta a todos los amantes de los animales salvajes. Queremos verlos, queremos experimentarlos, queremos cuidarlos… ¿pero es ético hacerlo?

La mensajera del viento trae aventura y reflexión. Un combo que satisface a jóvenes y adultos por igual. Un libro lleno de animales donde experimentar la magia de la naturaleza en su estado más salvaje, sin olvidar que no somos dueños de ella.

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