Las Tortugas Ninja: El último Ronin

Reseña del cómic “Las Tortugas Ninja: El último Ronin”, de VV.AA.

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A principios de los años 90 los superhéroes que lo petaban eran verdes, lucían caparazón, tenían nombres de artistas famosos del renacimiento italiano y repartían estopa por Manhattan al estilo ninja. Por esa época la primera película de Las Tortugas Ninja se acababa de estrenar con éxito y los dibujos animados hacía años que triunfaban alrededor del mundo. Lo que había comenzado como un cómic underground creado por dos amigos se estaba haciendo cada vez más popular. A día de hoy, con cientos de historietas publicadas, unas cuantas series de animación, un puñado de películas (Tortugas Ninja: Caos Mutante todavía por estrenar) y videojuegos en todas las plataformas, las Tortugas Ninja adolescentes son sin lugar a dudas parte de la cultura pop.

Todos sabemos cómo se inicia la particular andadura de estos divertidos héroes (lo del líquido radioactivo que las hace mutar, lo del maestro Splinter que las entrena, lo de su eterna enemistad con el Clan del Pie, etcétera) pero en más de una vez nos hemos preguntado hacia donde les llevarán sus aventuras y como se pondrá fin a ellas. En 1987, con el cómic vendiéndose como churros, Kevin Eastman y Peter Laird esbozaron lo que podría ser el final definitivo de la historia y lo guardaron en un cajón. En 2018 Kevin Eastman desempolvó el borrador y se lo mostró a Tom Waltz (guionista que llevaba diez años a cargo de la serie). Así se plantaría la semilla de Las Tortugas Ninja: El último Ronin, una historia crepuscular y distópica con una tortuga ninja ya adulta en busca de redención.

El último Ronin nos propone un salto en el tiempo, uno que nos llevará a descubrir una isla de Manhattan totalmente controlada por el Clan del Pie. De los cuatro héroes verdosos que la mantenían a salvo solo uno ha sobrevivido y clama venganza contra el nieto de Shredder. Esta tortuga en particular carga con las armas de cuatro guerreros ninja y con un sentimiento de culpa que le hace hablar con fantasmas del pasado. El primer capítulo de El último Ronin deja claro el tono de toda la historia: oscuro, desesperanzador, muy al estilo de los cómics que Frank Miller creó en los 80 y que inspirarían a Eastman y Laird para crear a sus Tortugas Ninja. En este inicio de la aventura la tortuga que actúa sola lo hace por puro instinto, cargada de rabia y mostrando todo su potencial en lo que a artes marciales de refiere. De primero una ensalada de hostias y de postre una macedonia de mamporros nos deja claro que el cómic es pura acción desenfrenada. Aunque poco a poco va echando el freno para relatarnos quién es esta tortuga. Revelación que para mí gusto se le da respuesta demasiado pronto. Seguidamente añaden otras incógnitas como qué ocurrió con los demás y qué secuelas ha dejado en los supervivientes y que serán la chicha del cómic. La venganza, el reencuentro con viejos conocidos (para bien y para mal) y la batalla de la resistencia contra las fuerzas de ocupación marcarán un cómic que no acaba de ahondar lo suficiente en los personajes y que se lanza hacia un final precipitado y previsible pero igualmente apasionante.

Las Tortugas Ninja: El último Ronin (publicado por ECC) es un cómic concebido por un equipo con mucho talento. Las cabezas pensantes fueron Kevin Eastman y Peter Laird creando ese argumento que Eastman y Waltz moldearían para que Esau Escorza, Isaac Escorza y Ben Bishop lo pudieran dibujar. Y aunque el dibujo es llamativo (sobre todo el diseño de personajes así como las escenas de acción) también es demasiado genérico. No tiene ese estilo personal que podría esperarse. Sin embargo, cabe resaltar esas escenas que son recuerdos y que muestran acontecimientos del pasado, que nos transportan de las alcantarillas de Nueva York al Japón tradicional y que indaga en el pasado de las tortugas y sus amigos. En esos recuerdos el colorista Luis Antonio Delgado hace un trabajo notable al suavizar el tono de la historia (más nostálgica que oscura) con tonos pastel. Aunque sin duda, lo realmente interesante del apartado gráfico son esas pocas viñetas dibujadas en blanco y negro por el propio Eastman con ese estilo que lo hizo mundialmente famoso y que nos transporta ipso facto a ese cómic indie que poco a poco fue creciendo hasta convertirse en todo un acontecimiento mundial.

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