Lo que queda de nuestras vidas, de Zeruya Shalev

Lo que queda de nuestras vidasDespués de traerles, no hace demasiado tiempo, un par de libros de Escritores judíos, incluso escritos directamente en yiddishy traducidos de ese idioma al castellano, decidí, darme un descanso, y he leído cuentos infantiles para curarme de los males que me aquejan desde un pequeño accidente que tuve. Pero ya saben que no hace casi nada volví con unas extrañas memorias de Hitler que me devolvieron a un tiempo concreto de la historia.

Vi la portada de Lo que queda de nuestras vidas y quedé fascinada, una típica portada de Siruela que te obliga a girarte y mirarla. Y, en contra de mi voluntad, dar la vuelta al libro y leer el inicio de la contraportada:

“Zeruya Shalev, la voz femenina más importante de la literatura israelí contemporánea, presenta en su nueva novela un impactante y emotivo relato de padres, hijos y los sentimientos y resentimientos que los unen y los separan… “

No leí más, y durante un buen puñado de noches he sido raptada por esta mujer, y durante un buen puñado de noches he disfrutado de su historia, sin comer, sin beber, absorta absolutamente en la narración.

Y es que NO estamos en los años de la II GM; nuestra protagonista va a ser Hemnda Horowitz, una mujer ya muy mayor con la que compartiremos, en sus últimos días, los recuerdos de su vida, trasladada de urgencia desde el pequeño cuarto en el que estaba en casa de su hija, a un hospital de Jerusalén.

Allí, la autora, jugará bien con los personajes que nos va presentando, a la propia Hemnda, pero también y sobre todo a sus hijos; Diana, una hija con la que nunca ha llegado a estar muy unida, deseosa de adoptar a un niño en contra de la voluntad del resto de su familia, pero ahora su única hija se hace mayor y aparecen las carencias que muchos y muchas van a reconocer; y Abner, como diríamos en nuestro en argot cariñoso y familiar, su ojito derecho, el niño al que le dio todo y al que ama todo lo que ella cree que se puede amar. Un abogado especializado en derechos humanos. Pero tampoco será oro todo lo que reluce.

La historia, está claro que la cuenta en tercera persona, pero ha sido capaz de que lo olvide a lo largo de la lectura y me lleva una y otra vez a esa primera persona más íntima, más personal…

“Qué edad incómoda, cuarenta y cinco, en una época las mujeres morían a esta edad, cumplían con la crianza de los hijos, y morían, liberaban al mundo de sus presencias, la presencia constante e incisiva de mujeres que han dejado de ser fértiles, cáscaras carentes ya de todo atractivo….”

¿Quién lo dice? La narradora, la protagonista ¿He dicho narradora?, yo he visto a la autora escondida tras esta narración, quiero decir que esa tercera persona que en ocasiones es segunda o primera para el lector, nos da una idea de que hay algo personal en lo que cuenta, no en la historia, sino en lo que te hace sentir durante su lectura. Ella misma ha dicho que ha tardado en escribir este libro 5 años. La historia la tenía antes pero lo ha pulido hasta que ha quedado como ella quería, y yo creo que ella quería esa perfección que nos ha llegado.

La traducción no le quita ni un ápice de sonoridad, de ritmo, de baile de lectura, lento cuando conviene, en los recuerdos; más rítmico en las acciones que suceden hoy mismo, ahora, casi mientras lees…

Después de terminar el libro no he podido dejar de buscar la historia de esta mujer, de esta escritora Israelí, Zeruya Shalev, una mujer que nos acerca siempre temas tan difíciles para el escritor como para el lector. En este caso el hecho de admitir que quieres a un hijo más y por encima de otro… Yo solo tengo una hija (Ahí no tengo problema). Pero a su vez tengo varios hermanos y primos y amigos, y la mayoría tienen varios hijos, y una observa que no tienen la misma vara de medir para todos. Y sí, yo sé que cada cual tiene su excusa: Este es más cariñoso, en esta tengo más confianza … El reflejo de la vida, pero cuando uno se enfrenta a la muerte se enfrenta también a las verdades de su vida.

La autora, he leído que fue víctima de un atentado terrorista en Jerusalén en 2004, que le afectó la cara, las manos y muy gravemente una de sus piernas. En ese atentado fallecieron 11 personas. Ni un pequeño rescoldo de resentimiento veremos en su obra, de hecho ella es miembro del grupo de mujeres judías y palestinas que trabajan unidas por la paz, una organización que se define como un movimiento que nació a raíz de la guerra de 2014 en Gaza, para restaurar la esperanza y trabajar hacia una existencia pacífica para las generaciones futuras. Seguro que de estos temas bien nos informarían mujeres como la especialista Carmen Magallón  o mi paisana, la valiente y comprometida Ejeana, periodista y residente en Gaza, Isabel Pérez.

Lo que queda de nuestras vidas, de Zeruya Shalev, sean valientes y lean a esta mujer que no les dejará indiferentes, que quizá sí nos recuerde algo de lo que fue un Kibutz cuando muchos llegaron de Europa, como la protagonista, hija de un padre y mujer de sobrevivientes del holocausto, cosas que marcan, ella, la autora, nos explica que la protagonista, quizá alguien de la edad de su propia madre, quería otra vida, la libertad que allí en el Kibutz no podría tener. Vivir la vida que queremos, dice la autora, es difícil y suele producir insatisfacción, y la insatisfacción nos priva de la felicidad.

El libro nos habla de una familia israelí, y como en todas las familias hay de todo, y cada cual ya tiene bastante con lo suyo… Mujeres como ésta me reconcilian con la vida, y libros como estos con la literatura.

La vida ya es dura de por sí, intentaré bajar mis metas para poder ser algo más feliz.

Todos deberíamos ser seres por la paz.

5 comentarios en «Lo que queda de nuestras vidas, de Zeruya Shalev»

  1. ¿Qué tendrán los cuentos que nos dan refugio en los malos momentos? A mi también me acompañaron en el peor trance de mi vida.
    En cuanto al libro, no lo conocía y me ha gustado lo qye nos has contado.

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    • Tengo una amiga que es cuentoterapeuta y podría contestarnos a esa pregunta sobre los cuentos, y yo también los miro ahora con otros ojos…
      En cuanto al libro, espero que si te animas lo disfrutes como el mejor de los cuentos, que al final siempre nos llevan a la vida real

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  2. ¡Qué chulada! Me gusta eso de que vivir como uno quiere tiene ese mal precio, la infelicidad, ¡vaya contradicción! todo esto me recuerda a otro escritor judío, a Hariri, porque parece ser irremediable que muy a menudo, el que vives libremente, de alguna forma rompe con esa otra realidad intangible que de forma invisible domina la mente de la colectividad y a la que inconscientemente necesitas pertenecer.
    ¡Muy interesante!
    La descripción y actividad fuera de lo literario de la escritora, tal y como lo cuentas, me la hace de lo más atractiva.

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    • En este caso me ha parecido muy interesante leer la vida de boca, o mejor dicho de mano de una mujer, y he podido comprobar que las mujeres hebreas también tienen esa capacidad de hacer un humor muy creativo de las cosas cotidianas de la vida. Las traducciones que tanto miedo me dan en algunas ocasiones en esta me ha resultado estupenda, está claro que cada vez más las editoriales cuidan estas cosas.
      En cuanto a la escritora, me encanta la gente comprometida que luego lleva la literatura la vida sin rigideces.
      Un abrazo!

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  3. este libro lo tengo porque lo compré en la FIL, me pasó como a tí: me llamó la atención la portada, lo tomé, leí la contraportada y me fascinó. Aún no le ha llegado su tiempo, pero sin duda no tardaré en ponerme con él.
    Que verdad que los cuentos nos ayudan para “digerir” lecturas más difíciles. O descansar de ellas.
    un beso,
    Ale.

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