Los campos de concentración de Franco, de Carlos Hernández de Miguel

los campos de concentración de FrancoLos campos de concentración de Franco es una de esas lecturas que te da un guantazo bestial de realidad. He perdido la cuenta de los libros que he leído sobre los campos de concentración nazis, sin embargo, me acabo de enterar de que en España hubo casi trescientos campos de concentración oficiales durante la guerra civil, y algunos funcionaron durante varios años más. Ingenua de mí, creía que en mi clase de Historia de España no nos explicaron la guerra civil ni el franquismo porque no dio tiempo (nos dijeron que cada cual se lo leyera en casa); pero, en las primeras páginas de este libro, Carlos Hernández de Miguel ya comenta que esa «falta tiempo» ha sido una constante en la educación española.

Yo seguramente fui de las pocas de mi clase que se leyó esos temas del libro, porque si a un adolescente le dices que no va para examen, automáticamente asume que no hay por qué molestarse. Pero poco contaban, aparte de enumerar las características de cada una de las etapas del régimen. Nada sobre los campos de concentración, ni un testimonio de los represaliados, ni un mínimo esfuerzo por hacernos entender la trascendencia del conflicto y sus consecuencias, a pesar de que marcaron la vida de nuestros abuelos. Qué fácil es vivir en la ignorancia, qué doloroso es darnos cuenta de ella.

Incluso a Carlos Hernández de Miguel le costó percatarse de esa gigantesca laguna de nuestra historia. Lo hizo con casi cuarenta años, corriendo por la Casa de Campo de Madrid, al fijarse por primera vez en que esos agujeros en los que tantas veces había jugado de niño eran trincheras de la guerra civil. Había escrito libros sobre los campos de concentración nazis —Los últimos españoles de Mauthausen y el cómic Deportado 4443—, pero no se planteó hacerlo sobre los campos españoles hasta que los lectores le retaron. El resultado de ese reto es este libro, Los campos de concentración de Franco, de más de quinientas páginas (aunque, por el tamaño de la letra, aviso que son bastantes más). Han sido tres años de trabajo intenso, en los que Carlos Hernández de Miguel ha logrado acreditar la existencia de centenares de campos de concentración a través de documentación franquista, a pesar de la cantidad de papeles que eliminaron para no dejar rastro de esta barbarie.

Los historiadores documentan un mínimo de mil quinientos fusilados, paseados o fallecidos a consecuencia del hambre y las enfermedades, y otros estudios dicen que la cifra asciende a más de tres mil. En total, se estima que entre setecientos mil y un millón de personas cruzaron las puertas de un campo de concentración español en algún momento. Carlos Hernández de Miguel nos cuenta que se abrió el primero a las cuarenta y ocho horas del golpe militar y, a partir de entonces, los militares sublevados inauguraron muchos otros de forma caótica. Después, la dictadura los hizo evolucionar como un sistema organizado de tortura física y psicológica, trabajos forzados y reeducación. Un holocausto ideológico en toda regla. Pero el autor no se ciñe a documentos oficiales, sino que recoge decenas de testimonios de los supervivientes, que son los que de verdad nos hacen sentir la dimensión de esta tragedia humana.

Los campos de concentración de Franco es un libro crudo, como no podía ser de otra forma, dada la realidad que retrata. Habla de hambre extrema, de epidemias, de malos tratos, de vejaciones… Pero también de vislumbres de humanidad, como cuando algún militar se comportaba de forma benevolente, aunque supiera que le costaba el puesto, o cuando las mujeres del pueblo se jugaban la vida acercando ropa y comida a los prisioneros (vínculos creados por la necesidad que, en más de una ocasión, acabaron en boda, en cuanto los hombres fueron liberados).

El trabajo llevado a cabo por Carlos Hernández de Miguel en Los campos de concentración de Franco es admirable. Pero, como él mismo advierte, esto no es una obra definitiva, sino el primer acercamiento a un periodo de la historia poco conocido, insistentemente silenciado. Ojalá sea así. Los miles de hombres que sufrieron y perecieron en esos campos de concentración españoles merecen ser recordados y homenajeados. Nuestra sociedad merece que la memoria histórica deje de ser una asignatura pendiente.

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