Los f*cking 30, de Ana Oncina

Los fucking 30Me parece que fue Nick Carraway en el Gran Gatsby quien lo expresó al cambiar de década: “Treinta años: la promesa de una década de soledad, una lista cada vez más breve de solteros que frecuentar, un cargamento de entusiasmos cada vez más insignificante, unos cabellos cada vez menos espesos”.

Y es que cuando echamos la vista atrás es inevitable darnos cuenta de cómo cambian nuestras percepciones y expectativas. Cuando somos niños siempre nos imaginamos convertidos en unos adultos hechos y derechos, nos vemos siendo astronautas, exploradores, o en mi caso, ambulancia, porque admitámoslo: ser un transformer con una sirena incorporada es algo muy, pero que muy chulo.

Llega la adolescencia y los días que nos quedan en el instituto tienen las horas contadas, la presión y el agobio por saber qué demonios vas a hacer con tú vida son cada vez más acuciantes, pero ahora ya no eres un niño y tienes unas expectativas más reales, como las mías por aquel entonces, cuando fantaseaba con hacerme doctora y trabajar en un recóndito pueblo de Alaska con unos amigos de lo más pintorescos, y es que en aquella época estaba obsesionadísima con Doctor en Alaska, y el hecho de catear matemáticas y ser pésima en ciencias era un insignificante detalle de nada.

Y como si estuvieras mirando los días en el calendario y pensando que tienes todo el tiempo del mundo por delante te plantas en los veinticinco, y de nuevo las expectativas, seguro que en cinco años te encuentras viviendo en un piso precioso, con terraza y piscina ubicado en una gran ciudad. Y los veintitodos dan paso a los treinta y el piso no es como lo habías soñado, y no pasa nada, pero comienzas a ser consciente de que de forma sutil todo está cambiando a tu alrededor. Ahora te echas cremas en la cara, los carritos de bebé están por todas partes, sustituyes el sábado noche por el vermú del domingo, prefieres la combinación de: manta, sofá y Netflix a cualquier concierto o festival multitudinario, sí, nos hemos convertido en viejóvenes, los niños empiezan a llamarte señora y quién sabe si en un lapso de tiempo no muy lejano te sorprenderás a ti misma andando por la calle y parándote a contemplar el avance de una obra, y es que así son los fucking 30.

Ana Oncina le quita el drama a esto de cambiar de década a golpe de humor, arrancándote carcajadas con cada viñeta, pues todos vamos a sentirnos identificados con alguna de ellas. En Los f*cking 30, recorreremos de la mano de dos amigas las diferentes etapas generacionales, desde la infancia hasta la treintena. Con su estilo desenfadado y cotidiano la autora nos muestra cómo vive esto de hacerse mayor. Este cómic puede disfrutarse con quince, veinte, treinta u ochenta años pues todos nos vamos a ver reflejados en los avatares que conlleva hacerse mayor y en cómo afrontamos situaciones similares desde enfoques diferentes con el transcurrir de los años. Fresco, ingenioso y sobre todo divertidísimo, así son Los f*cking 30.

1 comentario en «Los f*cking 30, de Ana Oncina»

  1. Tal y como lo pintas y, para un casi recién entrado en la treintena como yo, suena muy atractivo. Lo único que los cómics creo que no son lo mío. Esto mismo en formato novela me habría encantado.

    Muy buena entrada, no obstante!

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