Los planetas fantasma

Reseña del libro “Los planetas fantasma”, de Rosa Berbel

Los planetas fantasma

Leo en la solapa de Los planetas fantasma algo que ya sabía: que Rosa Berbel escribió, por lo que parece, un estupendo primer libro, Las niñas siempre dicen la verdad, que obtuvo dos o tres premios con él y bastantes elogios. No lo he leído, aunque en el fondo es lo que me trae aquí, que lo escribiera y resonara, que alguien me lo susurrara al oído alguna noche de estas, que justo apareciera este segundo libro cuando el nombre de la autora se había quedado en mi cabeza. Cualquiera pensaría que lo más adecuado era empezar por ese, el éxito contrastado, por aquello de asegurar el tiro. Sin embargo, al leer primero Los planetas fantasma me doy cuenta de que no podría haberlo hecho mejor, precisamente porque el motor fundamental que alimenta esta colección de poemas es la sensación de haber llegado tarde, de aparecer por una fiesta cuando ya termina, cuando las luces del amanecer permiten ver mejor los restos aguados de los cócteles, las servilletas por el suelo, las ojeras.


Inspirada por el concepto de los cuerpos celestes fantasmas, aquellos cuya existencia es demostrable científicamente pero que no han podido ser observados con los medios a nuestro alcance, Rosa Berbel arma este poemario sobre una sencilla pregunta: qué es de nosotros el día después. El día después del placer, de la juventud, del éxtasis, de la esperanza. Y lo hace de una manera limpia, elegante, que a mí me ha convencido. No elige recrearse en la nostalgia, no escoge la poesía ampulosa y vacía ni el lamento por el tiempo pasado, opta por el contrario por centrarse en los detalles del presente: las motas de polvo que flotan suspendidas en el ambiente, las gotas de lluvia en el patio, las arrugas más imperceptibles, y construye sobre ellos este registro tranquilo del paso del tiempo. Un lenguaje sencillo y una métrica simple arropan los poemas, que tienen mucho de sensorial. La piel, la mirada y el cuerpo aparecen en primer plano, y con ellos, sin abandonar nunca su idea central, habla Rosa Berbel de amores despojados de sus fuegos artificiales, de la fragilidad de la memoria, de la bondad de algunas certezas, interpelando a quien está al otro lado, consiguiendo incorporarnos al texto la mayoría de las veces. Otro de sus méritos.


Es imposible salir indemne de Los planetas fantasma y por eso mismo la lectura merece la pena. Hace falta echar abajo el optimismo perpetuo, que se cuelen por las grietas el dolor, el pasado y la imperfección. Ya basta de pensar que todo va a ser mejor de aquí en adelante. Puede que sea peor, más aburrido, menos sorprendente, pero que de todas maneras seamos capaces de encontrar en ello algo valioso, bello. Y esa belleza, el resultado de picar piedra en una mina cerca del agotamiento, no deja de ser tal, y al menos a estas alturas tenemos la seguridad de que vamos a saber distinguirla cuando aparezca brillante ante nuestros ojos. Porque como dice la propia autora en “La conquista del paisaje”: Mira cómo lo bello resplandece también / cuando está muerto.

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