Polvos raros

Reseña del libro “Polvos raros”, de Lynne Tillman

Polvos raros

El estilo de la escritura de Lynne Tillman en Polvos raros es precipitado, al igual que lo es la protagonista sin nombre de esta historia. Ambos actúan deprisa, sin pensar en las consecuencias, movidas por un vigor propio de un huracán. Lo he sentido como una larga noche de esas que se pasan muy rápido, en la que conoces a mucha gente diversa, cuyos nombres olvidarás al día siguiente. Una noche frenética en la que bailas como poseída hasta la extenuación.

Polvos raros nos cuenta el viaje de una joven a lo largo de sus relaciones y a lo ancho del mundo, desde EEUU hasta diferentes países europeos durante los años 70. Conocerá a diferentes personas con las que establecerá vínculos y vivirá experiencias sexuales que darán lugar a situaciones hostiles. La comunicación o falta de ella con algunos de sus amantes es una constante que se presenta como un problema y que provocará situaciones absurdas durante el relato. Es un libro que ha publicado Alpha Decay hace tan solo 2 meses pero que fue publicado por primera vez en los años 80 y sin embargo Lynne Tillman supo abordar temas que siguen vigentes.

En los años 70 se vivió una revolución sexual que pretendía alejarse de modelos más tradicionales. La protagonista se encuentra encerrada en un intento de liberación de estos modelos, pero las estructuras patriarcales sobre las que se sustentaba el mundo en aquella época seguían siendo machistas. Mientras lo leía pensaba que me hubiese gustado mucho haber leído este libro siendo más joven porque al igual que la protagonista y al igual que cualquier joven de cualquier época, el intento de encajar y vivir de manera libre ha supuesto vivir situaciones desagradables.

El modo de vida de la protagonista hubiese sido muy juzgado cuando se publicó en los años 80. Incluso todavía hoy, es un libro que puede resultar molesto y habrá quien juzgue a la chica y considere que es un desastre que solo toma malas decisiones. Pero la verdad es que actúa como un espejo que nos devuelve el reflejo de aquello que intentamos ocultar. Ella, es todas nosotras en algún momento de nuestra vida. Somos ella al intentar recuperar un recuerdo borroso de amantes y amigos, cuando tenemos la necesidad de escapar y de comprender lo incomprensible del mundo adulto y sobre todo cuando intentamos manejar una supuesta libertad concedida como un caramelo envenenado.

En polvos raros no importa quienes son los amantes que pasan por la vida de la joven. Transitan rápidamente convirtiéndose en rostros desdibujados casi antes de llegar. Lo que realmente importa aquí, es como ella siente esos vínculos, como los adapta a su nuevo yo y como será capaz de lidiar con todo ello en el futuro. Nuestra joven no es ni pretende ser un modelo de conducta, y es algo que agradezco. Basta ya de personajes inverosímiles, sin grietas y moralmente perfectos. Yo me quedo con la joven sin nombre, la de la vida de avalancha, la que nos pasa por encima con fuerza salvaje.

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