Todo lo que fuimos

Reseña del libro “Todo lo que fuimos”, de Laura Riñón Sirera

Todo lo que fuimos

“El amor necesita aprenderse y descubrirse casi a diario, conformarse es el primer paso para fracasar.”

Tengo que decir que conozco personalmente a Laura Riñón porque he visitado su librería, Amapolas en octubre, bastantes veces y es un increíble charlar con ella sobre libros. Y, ahora que por fin he leído un libro suyo, está claro que la sensibilidad, la empatía y el trato tan humano y cercano que tiene también son plasmados en todo lo que escribe. Se nota muchísimo su implicación personal en sus historias. Y ‘Todo lo que fuimos’ es tan especial como imaginaba.

Escribe Laura, al inicio de la novela, que esa historia “se la contaron hace mucho tiempo en un aeropuerto”. Y es curioso porque el 80% de ella la leí también entre dos aeropuertos y cuatro vuelos. El de ida y el de vuelta a Trondheim, en Noruega, para ser exactos. Y tengo que admitir que hubo momentos en los que se me escaparon las lágrimas y tuve que comprobar (con algo de vergüenza jeje) que ninguno de mis compañeros de asiento se daba cuenta de ello. Son muchas las emociones que pueden producir las palabras, las vivencias de los personajes que creemos como nuestras o el eco de nuestros propios recuerdos.

Esta historia comienza con un accidente de coche y, desde entonces, empezamos a conocer a varios personajes cuyos destinos están o estarán entrelazados el resto de sus páginas. Prefiero no desvelar nada más porque creo que es mejor entrar en esta mágica historia con los ojos cerrados, sin tener apenas detalles de su trama.

Me gustaría poder decir que es un libro de personajes (posteriormente os diré por qué creo que va mucho más allá) porque es maravillosa la forma que tiene la autora de presentárnoslos y profundizar en sus miedos, esperanzas, temores, sueños y decepciones. La evolución de cada uno de ellos es palpable a medida que vas leyendo y es imposible no empatizar con lo que viven, piensan o, incluso, los errores que cometen porque los desarrolla de manera muy creíble. Tanto que, a veces, llegas a pensar que has sido o podrías ser alguno de ellos en cualquier momento de tu vida. En especial, creo que me quedaría con Daniela, por su pasión, esfuerzo y su capacidad para creer en el amor pese al dolor que experimenta; y, por otro lado, con Pablo, porque es uno de los personajes más complejos de la novela, el que más dilemas morales plantea en un inicio y que creo que termina sorprendiendo al final.

Pero, sobre lo que os decía antes, creo que no es un libro de personajes sino de esas decisiones que tomamos en la vida, de los caminos que elegimos dejando otros atrás, que nos marcan para siempre. Y, sobre todo, creo que es un libro sobre el amor en todas sus formas. Ese tan intenso y romántico que nos lleva a amar a una persona y seguirle hasta los límites más inimaginables; ese primer amor que nos empuja a cometer las mayores locuras; ese de algunos miembros de nuestra familia con los que más a gusto nos sentimos, que nos abraza en los peores, pero también en los mejores momentos, en los que te sientes comprendido incluso en las situaciones más horribles.

Y nos recuerda, a través de una forma de escribir tan elegante y sencilla, pero a la vez pausada y llena de emociones expresadas y no expresadas, que es necesario mostrar lo que sentimos a aquellos a los que queremos porque nunca se sabe lo que puede pasar. Incluso aunque no lleguemos demasiado tarde. Porque es lo que más nos define y son historias que puede que nunca se vuelvan a repetir. Los grandes amores de nuestras vidas, además de nosotros mismos, son aquellos que nos hacen ser quienes somos libremente, que sacan lo mejor de nosotros, que nos empujan a crecer y evolucionar como seres humanos y que nos hacen felices a través del autodescubrimiento y el descubrimiento del otro. Aquellos que implican esfuerzo, valentía y trabajo diario.

Esto no es nada nuevo ni sorprendente, pero leerlo en una novela es como recuperar las ganas de creer en el amor, sobre todo para aquellos que parece que lo han olvidado. Todos lo olvidamos de vez en cuando y es entendible tras el dolor, las despedidas y las decepciones. Sin embargo, creo que la vida es también aprender a gestionar las montañas rusas emocionales que nos provoca el amor y el desamor. Ya sea de una pareja, un amigo o un familiar. Y esto Laura lo ha mostrado de una manera increíble y preciosa en su novela. Creo que hacía mucho tiempo que no subrayaba tantas frases y fragmentos de una historia como lo he hecho con esta. Tenéis que leerla.

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