La muerte de Virginia

La muerte de Virginia, de Leonard Woolf

La muerte de Virginia

Las guerras cuentan historias, grandes historias de amor. Relaciones que, después de muchos años, se nos ofrece a los lectores en forma de pequeños esbozos, de letras minúsculas ante las que posar nuestros ojos. Amores forjados por las bombas que caen por todas partes, sentimientos que siguen el compás de una imprenta que funciona a pesar de las circunstancias, editando, generando nuevas ideas, construyendo libros que todos conocemos. Y al final, la guerra construye a veces la tragedia, la ausencia de ese mismo amor que llenaba dos cuerpos, para convertirlo, de nuevo, en uno solo. Y el miedo, el miedo a seguir adelante, cuando lo único que puedes hacer es mirar hacia atrás.

Un recorrido por las grandes guerras, por la Historia. Pero también un pequeño viaje para el adiós, para la despedida de su gran amor, en un mundo en perpetuo cambio, con la compañía de la vejez acercándose a pasos agigantados. Unas últimas palabras que nos recordarán, siempre, quién fue Leonard Woolf, y quien fue la mujer que lo acompañaba.

“Querido: Estoy convencida de estar enloqueciendo de nuevo…” . Estas fueron las primeras palabras con las que Leonard Woolf supo que su mujer se había ido, desaparecido sin dejar rastro hasta que, tiempo después, su cuerpo fue encontrado vagando sin rumbo por el río. Una triste historia, pero que significó una de los más bellos amores que ha dado el siglo XX. Y junto a él, en “La muerte de Virginia” recorremos los instantes, las creaciones, la pasión por la literatura, y el hartazgo de una guerra sin sentido, a través de la mirada no sólo del autor, sino de Virginia, del fantasma que siempre sobrevuela en los párrafos, en los recuerdos, en la Historia a través de todos los tiempos. Porque Leonard Woolf nos regala los últimos instantes de su vida, de su adiós más desesperado por una mujer ante la que, para el público, permaneció a la sombra. Pero, ¿acaso no formaban parte de una misma sombra, de un mismo cuerpo? Dentro del cuerpo del autor se encuentra un hombre desconocido, alguien al que apenas sí se le ha reconocido ciertos placeres, ciertas menciones, pero no por ello resulta menos interesante para la mirada de los lectores que se atrevan a rastrear, cogidos de su mano, en la vida de un hombre que amaba, que vivía para la literatura, y que intentó por todos los medios ser feliz con aquello que tenía. Y es que en “La muerte de Virginia” nos encontramos frente a un hombre con ideas políticas adelantadas a su época, con un verdadero apasionado de la buena literatura, y con un ser humano que, ante las desgracias de la guerra, muestra su cara más amarga y grita a los cuatro viento su aburrimiento, su hartazgo, mientras los recuerdos que hay a su alrededor caen por el estruendo de las bombas.

Una mirada lúcida. Unas palabras que, en ocasiones, se te clavan en el corazón. Rebuscar en el tesoro del alma, de un alma como la de Leonard Woolf que, como en toda historia de amor truncada por una enfermedad, permanece violenta, en perpetuo movimiento, para no posarse nunca en algunos recuerdos dolorosos. Pero a pesar de todo, siempre permanece el sentimiento, el amor, el eje sobre el que gira la maquinaria en la vida del autor, a pesar de “La muerte de Virginia”. Porque, no hay mejores palabras que describan lo que sucedió, lo que les sucedió que las de su despedida: “…No creo que haya habido dos personas que hayan sido tan felices como nosotros”.

Porque, es verdad, no creo que haya habido dos personas que hayan sido tan felices… como lo fueron ellos.

2 comentarios en «La muerte de Virginia»

  1. Una siempre hace conjeturas con estas palabras…¿qué habría sido sí…? El caso es que Virginia sigue con nosotros en sus relatos, en sus obras,…en sus maravillosos ensayos. Este libro está anotadísimo en mi libreta de libros con los que encontrarme en la estantería particular…lástima que no me den un suplemento en mi sueldo para libros.
    Leer algo de V.W. o a su marido es pasar un rato agradable sin duda…
    Gracias a esta reseña, tengo aún más claro, que el libro…tendrá que vivir conmigo.
    Saludos!!

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