La solterona

La solterona, de Edith Wharton

la solterona

Una historia en la que un secreto se convierte en una maldición pegada en la comisura de los labios de dos mujeres

Sucede que, a veces, uno entierra el hacha de guerra y se rinde a la evidencia: no hay nada mejor que las buenas historias que te llegan de improviso, como si no las buscaras, como si fueran ese pequeño tesoro que se encuentra en islas desiertas y que se convierten en tu única posesión. Se dice, además, que serán esos premios que regala la vida los que guardarás como si fueran obras de museo, de arte que se mantienen en perfecto estado tras las vitrinas de cristal para que todo el mundo pueda (ad)mirarlas y convivan contigo mientras la soledad de tu habitación hace acto de presencia y puedas escuchar lo que te susurra su historia. La solterona es un regalo. O quizá dos regalos en forma de novela, en forma de una visión ácida de una vida que se pierde en los resquicios de la realidad y que convierte la podredumbre que se acumula en las casas de las mejores familias en objeto de culto para aquellos que viven la lectura con toda la pasión de los integrantes de algún rito religioso. La lectura es, para mí, la mejor de las religiones. Y es que en cuestión de lecturas volvemos al punto inicial, a la casilla de salida cada vez que se nos abre una nueva puerta y nos topamos, de improviso ya lo he dicho, con lo que estábamos buscando desde hace tanto tiempo. Soy un fetichista de los libros. Y mi adicción no hace daño a nadie. En todo caso, al analfabetismo. Y esa es una lucha que no estoy dispuesto a perder.

Dos mujeres ven sus vidas entrecruzadas cuando decidan guardar un secreto que hará que todo su mundo, toda su apariencia de mujeres de una familia de alta consideración, se convierta en un conjuro de miradas de reojo y de reproches pronunciados en susurros de víbora a punto de atacar.

 

Que a Edith Wharton tenía que haberla conocido mucho antes es un pecado que jamás podrá perdonárseme lo suficiente. Pero que algo de salvación tengo gracias a Impedimenta también es verdad, no todo iba a ser tener una espada de Damocles sobre mi cabeza. Porque no hay mejores virtudes que las de condensar en una novela corta, en unas pocas ciento cincuenta páginas, toda la sabiduría, toda la ironía destilada como el veneno que se bebe en dosis pequeñas, toda esa apariencia de una sociedad que vivió para la galería y que lavaba, de malas maneras, los trapos sucios en casa, ensuciándolos todavía más. No estamos ante una novela que no diga nada. Estamos ante una novela que lo dice todo, que lo provoca todo, que lo demuestra todo, con unas leves pinceladas salteadas por las comas, los signos de acentuación, los interrogantes y las exclamaciones que dos mujeres, que dos madres que luchan por el amor de una hija, pueden pronunciar por el amor que sienten hacia ellas mismas, hacia su pequeña que se convierte en el centro, en el epicentro del terremoto que destruirá sus vidas, sus anhelos, sus deseos, sus existencias. Y es que no hay mayor libertad que poder decir que esta es una joya, una piedra preciosa en la tiara perdida que se encuentra en un arcón de una época olvidada, que se sujeta con suavidad en las manos, pero que se guarda dentro de nosotros por miedo a perderla, recordando en todo momento que las palabras de la autora son lo que cosecharemos para seguir creciendo.

Se dice que vivimos por y para las lecturas. En mi caso, es cierto. Y en el comienzo de este nuevo año se hace realidad el hecho de haber comenzado con uno de esos libros que recomendarías en cualquier ocasión. La solterona no es sólo un libro, aunque en realidad ninguno de los editados por Impedimenta lo son, porque si yo los describiera como tales estaría cayendo en el mayor de los desprecios. La novela que en este caso nos trae la editorial es un juego que poco tiene de inocente, una mirada que se pierde en una sala atestada de gente y que rezuma ese sarcasmo, esa ironía propia de las bellas damas que, como bien pronuncia la traductora Lale González – Cotta, tenían más voz y menos seda en una sociedad donde la mujer no era considerada y la rebeldía formaba parte del cuerpo que sostenía un mundo masculino al borde del colapso. Tengan a bien entenderme si digo que, después de esta novela de Edith Wharton uno escribe con otro tino, con otra forma de lenguaje, porque no hay nada más satisfactorio que cerrar un libro, acabarlo, poner fin a todo un día de pasión por la literatura, sabiendo que lo que has vivido ha quedado en algún rincón del pensamiento, en algún rincón de tu cuerpo estremecido por la vida de estas dos mujeres protagonistas y que algo, aunque no sepas ponerle el nombre adecuado, se ha roto en pedazos pequeños que quieres reconstruir sin conseguirlo del todo.

2 comentarios en «La solterona»

  1. Incluyo ahora mismo el libro en la lista de lecturas para 2014. Recuerdo que siendo niña vi la película del mismo nombre y protagonizada por una Bette Davis soberbia. Si no la has visto, te la recomiendo. Un saludo y feliz 2014 a todos los lectores.

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    • Inclúyelo Virginia, es una experiencia perfecta 🙂 La película la tengo pendiente, pero caerá dentro de poco seguro, sabiendo que Bette David está en ella es de visión obligada 🙂

      Un saludo!

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