El ala izquierda (Cegador, I), de Mircea Cărtărescu

El ala izquierdaAlgo muy extraño me ha pasado con este libro. Probablemente la reseña se vaya a basar más en ese suceso extraño que en lo que narra el libro. Aviso para navegantes. Es el momento oportuno de cerrar esta pestaña si solo has entrado para que alguien te convenza de leerlo. Por si en algún punto no ha quedado claro, esta reseña trata sobre la primera entrega de la trilogía Cegador, la nueva aventura literaria de Mircea Cărtărescu, publicada, cómo no, por Impedimenta y traducida, también cómo no, por Marian Ochoa de Eribe.

Voy al lío. Hace unos días se me ha avisado de que la reseña que tenía pendiente publicar sobre El ala izquierda no se había publicado. Este mensaje lo he recibido en febrero y el libro, en octubre. Entonces, ¿qué ha pasado para que en tantos meses no haya leído el libro y tampoco publicado su reseña? Vale, es un libro denso, eso nadie me lo negará, aunque también todos creo que afirmaríamos que si compras un libro de Cărtărescu probablemente ya sepas dónde te metes. Pero tantos meses es imposible. Yo nunca había leído a Cărtărescu pero siempre me había rondado. Amigos lo habían leído, varias personas me lo habían recomendado y ciertos gustos en los que confío habían elogiado las páginas del rumano. Todo ello me llevó a autoconvencerme de que la salida de este El ala izquierda era un aviso del destino para que por fin me adentrara en él. Y eso hice. En octubre, no recuerdo la fecha exacta, recibí el libro por parte de la editorial (a quien pido mil perdones) con su nota de prensa y su postal promocional. Todo bien. También en octubre lo abrí, lo leí y lo cerré (con varias aperturas y cierres por en medio, claro). Pero algo sucedió para que la reseña con lo que me había parecido la lectura no apareciera. ¿Qué sucedió? No tengo la menor idea.

Con lo que aquí estoy ahora, cuatro meses después de aquella lectura, intentando buscar un resquicio en mi mente que me diga qué puedo contar sobre él. Por suerte, siempre acompaño mis lecturas con un trozo de papel lo suficientemente grande y lo suficientemente pequeño como para que me sirva para anotar en él pero también como punto. Ese papel está ahí y además lo he encontrado en el incio del libro, lo que puede indicar o que nunca lo leí o que lo terminé. Por suerte significa lo segundo, lo sé porque tiene notas. De ahí sacaré la reseña.

Siempre he sido el peor recordando tramas de novelas leídas. Pueden pasar solo unos días y ya empiezo a notar que los personajes de la novela anterior huyen de mí, que el tema me dice adiós subido a un tren que no volverá. Realmente, tampoco les obligo a quedarse. Probablemente por eso deje siempre notas en los libros y probablemente también por esa simple razón me guste hacer reseñas sobre ellos. Lo que siempre está, por suerte, es la sensación que me ha dejado el libro. Y de este, recuerdo, entre otras cosas, que dejó en mí una buena (cosa que puedo demostrar con la gran cantidad de fragmentos subrayados) y que me convenció para seguir con Cărtărescu hasta donde él quiera llevar esta historia. Otro ejemplo de que me gustó fue que dentro puse un recorte de prensa con una entrevista concedida a La Vanguardia que probablemente saliera en el momento de su publicación.

Cosas que apunté en ese papel: «letra pequeña» (supongo que querría quejarme de ello en la reseña), «15 años, Bucarest», «sus padres de pequeño lo vestían de niña (Mircica)» y, entre otras muchas notas y números de página que consultar en momentos de duda vital (que tengo, y muchos), una que creo que puede ser el resumen si alguien me preguntara sobre qué va el libro, en palabras suyas: «paseos por el continuum realidad – alucinación – sueño». Esta es la frase que ha despertado en mí la poca luz que consigo encontrar de la novela. Porque sí, recuerdo un flujo de conciencia brutal en plan autoficción por parte de un Mircea Cărtărescu que me obligaba a dar todo de mí para no perder el hilo, recuerdo frases que servían de barandilla hacia una vida que en según qué días parece siempre de bajada, recuerdo conectar con él solo por sus palabras sin haberlo visto nunca, sin saber de él más que lo que me puede decir una solapa, un recorte de prensa o un post de la editorial en Instagram. Y en realidad, aunque no haya contado nada de todo lo que puede contar un crítico sobre esta novela total, «obra cumbre» en la faja, creo que solo con eso, solo con que un autor desde su casa en otro país y otra cultura y otra edad sea capaz de conectar contigo, ya merece ser comprado. Quizá incluso él quiso que me pasara esto. Quién sabe.

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