El café celestial, de Stuart Murdoch

El café celestialA finales de los noventa, cuando no habíamos alcanzado la veintena, nos escribíamos todavía bastantes cartas. Muchas postales también, de nuestros primeros viajes sin padres, pero sobre todo cartas. Nuestra correspondencia era caótica, desordenada y naíf, y en el mejor de los casos recogía un catálogo extenso y voluble de lecturas, referencias bibliográficas y poemas fallidos. En el resto de ocasiones era el testimonio fehaciente de nuestra inconsistencia, un desafío a cualquier antropólogo que quisiera descifrar a través de ella las claves de nuestra existencia como grupo social. Porque entre medias de aquellas cartas, muchas veces dirigidas a personas de la misma ciudad o incluso de la misma clase, pasaban semanas enteras; semanas con sus viernes y sus sábados, que eran los días fundamentales en los que se barajaba la vida, hablando de cartas. A veces comentábamos los
en las nuestras, a veces no. A veces nos enviábamos las letras mal traducidas de una canción maravillosa que habíamos descubierto y, en muchas de esas ocasiones, se trataba de Belle and Sebastian.

El café celestial me ha traído de vuelta aquella correspondencia. Porque este diario de Stuart Murdoch, el vocalista-líder-compositor de la banda no es, precisamente, un diario. Me ha resultado más bien una recopilación de cartas perdidas, como si hubieran sido encontradas en un trastero polvoriento años después de haber sido escritas por el propio Stuart. Es un trapo deshilachado que se extiende de un lado a otro del tiempo que recorre (de 2002 a 2006) con la misma precisión histórica, casi nula, que nuestras misivas. Pero por momentos con la misma intensidad también, y solamente por eso merece la pena.

Para los fans de Belle and Sebastian (yo lo soy), El café celestial es un libro delicioso que descubre muchos más secretos de Stuart Murdoch que de la banda. Hay pocas ocasiones de acercarse de una manera tan sincera, descubierta y directa, a una “estrella del rock”, aunque él mismo reniegue del término. Sus paseos por Glasgow, sus partidos de fútbol, su pereza y sus problemas con Hacienda son solamente cuatro ejemplos de lo que nunca nos contaría el biógrafo más aplicado. Mención especial merecen sus charlas sobre Dios y la implicación que demuestra durante todo el texto con su parroquia, que se convierte en un eje central de la obra, tal y como lo es de su propia existencia.

Además de estos detalles personales, también hay aquí material para aquellos más aficionados a tomar registro sobre el devenir de la banda. Por ejemplo, la concepción y grabación de Dear Catastrophe Waitress, uno de sus mejores discos, aparece desgranada con bastante detalle, y permite hacerse a la idea del proceso creativo el propio Stuart, además de ahondar en primera persona en los detalles que rodearon aquel LP (las fotos de portada, por ejemplo).

Todo ello convierte El café celestial en un libro bastante recomendable para los que llevan años pegados a la “mejor banda para el segundo escenario de los festivales”, como la llama Stuart. Un buen regalo, además, gracias a una edición muy bien presentada por Expediciones Polares, que no decepcionará ni al que se sorprenda tarareando The Life Pursuit sin saber exactamente qué es ni al que conozca al dedillo los bonus tracks de todos los discos.

Los que no hayan seguido tanto a B&S, hay que reconocerlo, pueden perderse un poco en el discurso de Murdoch, alocado y desestructurado. Para ellos la obra puede ser interesante como un sincero testimonio de la vida de músico detrás del escenario, además de una colección de referencias musicales extensa que se completa con una ecléctica lista de Spotify, de nuevo cortesía de la editorial. Rastreen en ella, y en el libro también, clásicos olvidados de la radio británica junto al nacimiento en bares escoceses de grupos que han alcanzado después escala planetaria, como Franz Ferdinand. Y en definitiva, si ya no pueden rescatar del trastero sus cartas perfumadas para que les traigan de vuelta un cosquilleo y una sonrisa tonta, quizá lo consigan con este volumen precioso y simpático. Yo lo he hecho, puedo dar fe de ello.

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