El comedor de la abuela

Reseña del libro “El comedor de la abuela”, de Pilar Hurtado y Luisa Rivera

“Nueve sillas heredó mi abuela”, así comienza El comedor de la abuela, y en el momento en que lees esa línea, te transportas al lugar reservado para los almuerzos familiares que tenía tu propia abuela.

El protagonismo de la historia lo tiene el sentido del olfato porque permitirá a los protagonistas viajar por el mundo desde una silla roja; escrita por Pilar Hurtado, Luisa Rivera la ilustra (los tonos pastel resaltan ese rojo y los platos cocinados cobran tal vida que sólo te falta entrar en el libro cuchara en mano para terminar de saborearlos). El sello, la Editorial Kalandraka, valor seguro.

En El comedor de la abuela se reúne la familia al completo, ella cocina, le encanta experimentar y probar platos nuevos, todas las semanas sorprende a sus invitados con un manjar diferente, ya sea un plato típico de la Dieta Mediterránea o uno proveniente de lugares exóticos allende los mares.

Pero no todo el mundo puede sentarse a la mesa grande y ocupar una de esas sillas rojas que la abuela heredó de su madre y ésta de la suya, no. Debes tener cumplidos los 15 años para disfrutar de ese privilegio y mientras, estarás en la mesa pellejo junto a la ventana, con el resto de comensales que, como tú, están por debajo de la edad recomendada. Desde esa mesa con taburetes donde cada vez te caben menos los glúteos, puedes observar a los mayores reir y soñar, echarse en las sillas de madera como si estuvieran en sofás de siesta; verles cerrar los ojos y sonreir sin tú saber a ciencia cierta que es aquello tan gracioso que les hace estar tan relajados y entretenidos.

Y así pasan los años, hasta que un día cumples los 15 y El comedor de la abuela se convierte en algo distinto, estás nervioso porque vas a conocer el secreto. Te sientas en la silla, notas que ésta se hace cada vez más blanda, tus ojos se cierran y empiezas a flotar, abandonas el comedor y te ves en una playa donde hablan francés y hueles la sal del mar, la humedad del agua te moja la ropa y el calor del sol te la seca, y abres los ojos  y tu abuela ha traído a la mesa lenguado a la meuniére, y es justo ahí cuando lo entiendes todo.

Más adelante sabrás que no has sido ni serás el único al que le ocurren esas experiencias culinarias, que otros antes que tú viajaron a la India y después comieron pollo al curry o escucharon mariachis cantar y almorzaron enchiladas.

Leer El comedor de la abuela es constatar que los aromas nos llevan a otros lugares, nos hacen viajar en el tiempo, recordar personas, revisitar casas, sentir abrazos y besos que hace mucho tiempo no nos da esa persona especial.

La Editorial  Kalandraka vuelve a remover nuestros sentidos y a hacernos vibrar de emoción. Puede que este libro esté pensado para un público joven, pero los demás también lo vamos a disfrutar, porque es imposible acercarte a sus páginas y no pensar en tu propia familia, en tus hermanos o primos apretujados en una mesa que se te queda pequeña mientras deseas ser lo suficientemente viejuno para disfrutar de las sillas de los mayores.

No tengas miedo de ir a donde los sentidos te quieran llevar, porque aunque no siempre sea un lugar cálido, tu estancia allí será útil y necesaria.

El comedor de la abuela es vida, sentimiento y aromas que saben a familia.

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