El Cuerpo de Cristo

Reseña del cómic «El Cuerpo de Cristo», de Bea Lema

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¡Ay, la locura! Es terrible. No bromeo. ¿Al pensar en locos en qué pensamos exactamente? A mí siempre me viene a la cabeza Jack Nicholson en Alguien voló sobre el nido del cuco y el cabronazo del Joker de los cómics, el archienemigo del murciélago. Y al pensar en ellos siempre me parece algo ajeno, muy estrafalario, muy de material de película o novela, ¿verdad? Pero sobre todo algo lejano, algo que en la vida podría pasarnos a nosotros, como todas las posibles desgracias que suceden siempre a otra gente, a otros que no somos nosotros. Hasta hace poco. Y sin embargo…

Sin embargo nadie está libre. La salud mental es algo muy frágil. La demencia, el alzhéimer, los trastornos de alimentación, la ansiedad, la bipolaridad… pueden alcanzarnos a todos. Basta un pequeño coágulo para que tu vida cambie. Y sé de qué hablo, por desgracia.

Hace dos años me operaron del corazón. Todo bien, o casi, porque a los diez días tuvieron que volver a operarme ya que tenía un litro de líquido alrededor del corazón. Me lo sacaron sin problema y me dejaron en observación. Dos días después algo iba mal. Leí un mensaje de wasap y no lo entendía. Lo intenté varias veces y seguía sin entenderlo. Lo achaqué al cansancio y no le di más vueltas. Después llegaron los médicos en su ronda y me hicieron preguntas y yo contestaba cosas sin sentido pero creía que contestaba bien. Al rato llegaron mis padres y mi hermano y yo seguía sin responder correctamente a sus preguntas, preguntas que yo conocía porque eran la fecha de mi cumpleaños, el nombre de nuestra perra…Entonces yo no lo sabía pero me estaba dando un ictus. Y recuerdo con claridad que mientras me estaban llevando en camilla para volver a operarme, vi a mi hermano y le pregunté «¿me estoy volviendo loco?» Estaba convencido de que estaba perdiendo la cabeza y eso me acojonó tremendamente.

En El Cuerpo de Cristo asistimos a la narración de una hija, Vera, que ve cómo a su madre, Adela, se le va la chola porque piensa que un demonio la acosa. Empieza a dolerle la cabeza, siente angustia y se mete a la cama por las tardes. Se nota sin fuerzas y está convencida de que dentro de ella tenía un demonio. Además cree que su hijo, que está estudiando en la universidad, se droga, y que su marido (que tras su trabajo como farmacéutico se dedica a pintar casas) se la pega con alguna, cosas ambas falsas.

Si sumamos a esto que la madre es creyente, de las de ir todos los días a misa, y que no le hace ascos a curanderos, chamanes, meigallos y lo que se tercie, ya tenemos el cuadro completo.

Más o menos a mitad del cómic tenemos una analepsis que nos resulta muy útil para entender por lo que está pasando la madre de Vera, y todo por culpa de un pasado de posguerra en el que el tiempo se detuvo para todos, especialmente para las mujeres, y en donde Adela tuvo que dejar de ser niña muy joven para seguir siendo hija, demasiado pronto esposa y madre, en un país en el que la mujer era menos que nada en una sociedad patriarcal y sometida a los caprichos católicos. Y algún que otro demonio…

El arrastre de todos esos traumas y vivencias es el panorama que tendrá que afrontar Vera desde pequeña hasta su adultez, en donde tendrá que tomar las riendas para ayudar a su madre de una manera definitiva.

No puedo decir más sin contar todo el cómic, así que solo remataré diciendo que cuando hay problemas, hay que afrontarlos cara a cara y dejarse de misas y hostias, que por mucho que se rece no se va a lograr nada, y ponerse en manos profesionales.

El Cuerpo de Cristo es la primera novela gráfica de Bea Lema, una autora que trata temas autobiográficos y en conexión con la locura, relaciones familiares y religión.

El dibujo es sencillo, muy naive, pero no por ello menos atractivo, más bien al contrario, potencia la narración y, además, alterna dibujo con bordados, muy chulos –sobre todo los del principio y final–.

Por otra parte, sorprende la cantidad de color a la que dota a muchas de las viñetas y la gran variedad de alternativas en lo que se refiere a la composición de páginas.

Un cómic impresionante por su brutal temática que choca aún más por el tratamiento formal, inocente y estético en el que es contada, e imprescindible por mostrar cómo la enfermedad mental afecta no solo a quien la padece, sino también a todos aquellos que orbitan alrededor de la persona enferma.

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