Reseña del cómic “Vampires”, de Osamu Tezuka
Hay un patrón en la mayoría de obras de Osamu Tezuka, sobre todo en las más extensas: la trama huye de lo lineal y se va introduciendo en caminos secundarios repletos de giros y sorpresas. Ahora, gracias a la colección de La biblioteca Tezuka que está publicando Planeta Cómic, nos llegan las historias del Dios del manga en volúmenes que, con frecuencia, rebasan el medio millar de páginas, pero originariamente se publicaban por entregas en revistas como la Weekly Shonen Sunday. Esto obligaba a Osamu (y en general a cualquier mangaka) a mantener la atención de los ávidos lectores. Una regla de oro lo apremiaba a crear inicios de capítulo que enganchaban y plot twists finales que dejaban con ganas de querer comprar la próxima revista. Una vez se publicaba la obra íntegra en un solo volumen la sensación era de que ocurrían muchísimas cosas en un espacio de tiempo muy corto. Vampires no es una excepción. Empieza con un pueblo maldito, avanza con el intento de un chico lobo de encajar en la sociedad y poco a poco se encamina hacia una elaborada conspiración que empieza con un secuestro pero que es la punta de lanza de una trama de dominio mundial.
La primera advertencia que debo haceros es que Vampires no es un cómic de terror y que aunque el título es el que es, y aunque en algún momento sale un vampiro, no va de vampiros. Y es que con Osamu Tezuka las cosas no son tan sencillas como parecen. Los vampíricos son unos seres que tienen la capacidad de transformarse en un animal. Los hay a miles, a millones. Son humanos pero se transforman en cocodrilos, gatos, perros, murciélagos… Rondan y se ocultan por todo el mundo. Aunque al principio tendremos que conformarnos con conocer a Toppei un chico lobo que debe abandonar su aldea y buscarse la vida en la ciudad. El primer lugar en el que va a recalar es a Mushi Production, el estudio de animación fundado por Osamu Tezuka. Aquí es cuando el propio Tezuka entra en acción y toma al chico como aprendiz. Tezuka utiliza su avatar en el cómic para destapar el secreto de Toppei y precipita todavía más las cosas cuando se cruza con Rokuro Makube apodado Lock. El tipo en cuestión es un criminal de cuidado que extorsiona a todo aquel que puede. Conocer secretos y sacarles provecho es su modo de vida. En un inicio Lock resulta un villano con ciertos matices (realiza el mal pero todavía se deja tocar por la luz del bien), pero su escalada de violencia delictiva y asesinatos lo convierten en un villano muy seguro de sí mismo. Atentos a su impagable numerito musical rollo Disney vanagloriándose de ser un bastardo.
En Vampires Tezuka explora la posibilidad de que los humanos, como si fueran animales, puedan obviar las reglas de la sociedad y las convenciones sociales. Vivir una anarquía. La ley de la selva en plena ciudad. Al frente de toda esta anarquía, curiosamente, tenemos a Lock, un humano que lo que quiere es sacar tajada. Mientras tanto Toppei (junto con algunos aliados que irá encontrando por el camino) será la fuerza de la razón que siempre se enfrentará a él. Las muertes y asesinatos a sangre fría de algunos personajes le dan al cómic un tono dramático y desesperanzador en un inicio. Un tono que Tezuka rebaja con ciertas cuotas de humor a través de algunos personajes: Chippei el hermano de Toppei y que se transforma en lobo cuando ve algo redondo o el personaje de Osamu Tezuka rompiendo la cuarta pared y dando directrices de cómo dibujar ciertas cosas. Pero aunque el mal prolifera entre las páginas de Vampires nunca llega a reinar como lo hace en Alabaster. Siempre hay un equilibrio. Siempre hay un ser repleto de bondad que lucha contra Lock o que intenta redimirlo. Fusuke Saigo, por ejemplo, es el amigo de infancia que aparece de la nada y que le da un bagaje emocional al propio personaje de Locke. Fusuke le ofrecerá redención mientras intenta sobrevivir a una mansión aterradora y repleta de extraños pasajes que Lock ha construido y que recuerda la vivienda de los horrores que el asesino en serie H. H. Holmes mando edificar.
El tramo final de Vampires da un giro de 180 grados en lo referente a personajes pero sigue con la exploración de los códigos de conducta que hacen que una sociedad sea civilizada pero que a su vez goce de libre albedrío. Aunque no abandonamos del todo la trama de los vampíricos, son los wecos (animales capaces de convertirse en humanos) la clave del argumento. Tezuka presenta varios capítulos que prácticamente funcionan como historias atoconclusivas pero que a su vez siguen formando parte de un titánico todo. Relatos que exploran seres mitológicos de la India o que transportan al lector al Japón feudal en busca de yokais. Con esto el autor le da solidez estructural a un entramado que resulta desde el principio complejo, en ocasiones anticlimático, que huye de la linealidad y que ofrece un dibujo lo suficientemente estimulante como para entrar de lleno en una historia que habla de la eterna lucha del bien contra el mal. Vampires es encontrarse de nuevo a un Osamu Tezuka en estado puro, pero también el Osamu Tezuka más experimental, extraño y vanguardista.