El pájaro de fuego y otros cuentos rusos, de Aleksandr Afanásie

El pájaro de fuegoEl pájaro de fuego y otros cuentos rusos no es un libro cualquiera, y no lo digo porque sea un clásico y ni siquiera por el valor etnográfico y literario de los cuentos tradicionales que recopila, tampoco por su novedad ya que se trata de un libro originalmente publicado en 1855, si me atrevo a asegurar que este será uno de esos libros que le sacarán una sonrisa cada vez que pase junto a su librería sin necesidad de releerlo o tan siquiera de abrirlo, si me atrevo a adivinar que este no es uno de esos libros que no solo se compran para leerlos sino también para tenerlos, es porque está tan cuidadosamente editado, cada detalle está tan cuidado y, en definitiva, es un libro tan bonito que no se debe recurrir a cualquier expresión para definirlo, así que me voy a permitir utilizar una de las fórmulas que aparecen recurrentemente en los cuentos que contiene: es tan hermoso que ni la palabra puede expresarlo ni la pluma reflejarlo.

Permítanme que destaque en primer lugar algo que llama menos la atención a la vista pero que ha sido fundamental en el resultado final de este El pájaro de fuego y otros cuentos rusos, el magnífico trabajo de traducción de Joaquín Fernández-Valdés. En la literatura rusa el papel del traductor es primordial y en este caso es completamente digno de elogio que haya logrado conferir al texto en castellano la musicalidad y el particular tono de los cuentos tradicionales de forma tan brillante.

Pero dentro de un trabajo tan cuidado, sin duda en el aspecto estético destacan las ilustraciones originales de Iván Bilbilin, que no sólo acompañan a los textos a la perfección, sino que hacen viajar al lector a un mundo fantástico de forma que ningún artefacto tecnológico sería capaz de hacerlo. La combinación de los textos y las ilustraciones va mucho más allá de eso que se ha dado en llamar realidad aumentada, esta es realidad soñada, imaginada. Uno no se vuelve niño con este libro entre las manos, pero ya le gustaría para poder añadir el asombro de la mirada infantil a la experiencia lectora. Puede que no haya nada más que pueda mejorarla.

La fórmula que les indiqué para referirme a la belleza no es lo único que se repite, de hecho hay muchos elementos comunes en los cuentos. Entre los aquí recopilados y entre ellos y los de la tradición europea occidental y probablemente de cualquier parte del mundo. Las madrastras malas y las hermanastras peores, las princesas hermosas, los hechizos, las brujas, los héroes, los engaños, en fin, imágenes y personajes que caracterizan el género, pero que en El pájaro de fuego y otros cuentos rusos  aparecen con un lenguaje sencillo, luminoso y directo que inciden en el carácter oral que tan arraigado está en su origen. Permítanme destacar a uno de mis preferidos, Baba Yagá, una bruja mala que desde luego lo es, vive en una casa con patas de gallina, viaja en un caldero y barre sus huellas con una escoba, come niños y cosas así, pero que a veces no lo es tanto y que en general me resulta un personaje entrañable. Y que por alguno de esos extraños vericuetos de la mente, me recuerda a las ancianas de los estudios Ghibli como Yubaba y Zeniba en El viaje de Chihiro.

En contra de mi costumbre, les incluiré una ilustración del interior, una de las que la propia editorial publica en la web, si no me hubieran gustado tanto resistiría la tentación y confiaría en que lo dicho excitara su curiosidad y las exploraran por si mismos, si es posible y la situación lo permite acercándose a una librería y hojeándolo, que este es uno de esos libros que pide y merece ser mirado. Y lo haré no porque crea que con lo dicho no haya quedado clara mi opinión sobre la belleza de las mismas, sino porque hacerlo me permite verla una vez más antes de que descanse en las estanterías de rusos de mi biblioteca particular. 

Pájaro de fuego (interior)

  

Andrés Barrero
@abarreror
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