Arthur Less es el autor de Kalipso, una novela de cierto éxito, aunque un poco candorosa, según los críticos. Ha sido pareja del famoso poeta Robert Brownburn, ganador del Pulitzer, a quien arrebató de los brazos de su esposa, y gracias a ello pudo ser testigo de los mejores años de la fabulosa Escuela Río Russian, uno de los movimientos artísticos más rompedores del último medio siglo. Ha amado a muchos hombres y ha sido amado por unos cuantos más, entre ellos un jovencísimo Freddy Pelu, el sobrino-hijo de uno de sus mejores amigos.
Sin embargo, a punto de cumplir los cincuenta, todo eso queda en el pasado. En el presente, Less llega a las orillas del medio siglo sin pareja y su última novela, el paseo de un escritor maduro por Nueva York, ha sido rechazada por su editor. Como uno de sus compañeros le confiesa con unas copas de más, ha sido incapaz de escribir la gran novela gay que todos esperaban de él. Y para colmo, Freddy va a casarse con otro.
Arthur se siente “como el primer homosexual de la historia que envejece”. Su plan para superar esa profunda crisis es de lo más absurdo: aceptar todas las invitaciones que siempre ha rechazado como autor de segunda categoría y embarcarse en una insólita vuelta al mundo. México, Alemania, Italia, India y Japón. Todo con tal de permanecer lo más lejos posible de casa cuando llegue su cumpleaños, comprenda que le queda mucha menos vida de la que ya ha vivido y Freddy dé el “sí, quiero”.
Less, de Andrew Sean Greer es la novela que sucede en lo que este protagonista inolvidable da tumbos por el globo. Un libro magnífico, ganador del Pulitzer en 2018, que tiene peso, profundidad, y a la vez resulta tremendamente divertido. Un viaje iniciático, de descubrimiento personal, con la salvedad de que Arthur Less no está precisamente en una edad en la que las personas logren descubrirse a sí mismas.
La narración en tercera persona que usa Greer le aporta cercanía y calor al texto, por paradójico que parezca. Si el propio protagonista hablara de sí mismo como lo hace el narrador omnisciente, no sentiríamos tanta ternura hacia él, sino más bien una lástima tremenda. O directamente no nos hubiéramos tragado su cuento, demasiado autocompasivo, y a esta novela le hubiera pasado lo mismo que a la última del protagonista, incapaz de enganchar con ningún lector. Además de abordar uno tras otro los tópicos de las crisis de cualquier edad, como el ocaso carnal o la pérdida de las primeras veces, Less también se descubre como una sátira sobre la vida de escritor, destapando las miserias habituales en el sector: empleos y encargos de todo tipo muy mal pagados, absurdas invitaciones a eventos con un interés nulo y la constante sensación de tener que estar haciendo todo tipo de cosas alrededor de la literatura… menos escribir. Incluso, en uno de los pasajes más memorables, rinde homenaje a los traductores, autores asimismo y responsables nada reconocidos de los grandes éxitos de otros.
Es verdad que se podrían aligerar los pasajes más descriptivos, en los que Greer se explaya demasiado, sin que el resultado se resintiera, pero en general la prosa es de alta calidad sin perder nunca un humor inteligente y fino. Quizá, por ponerle otra pequeña pega, le sobra azúcar a una parte final que por otra parte resulta previsible, aunque sospecho que es precisamente lo que el autor quería. Porque a pesar de lo entretenido de las peripecias de Arthur Less y de las veces que está al borde del desastre, lo de menos es cómo culmine su historia, y para ello no hay nada mejor que hacerla terminar como todos estábamos esperando.
En cualquier caso, Andrew Sean Greer consigue una obra disfrutable de principio a fin, capaz de convertir el improbable viaje a lo “lost in translation” de un escritor gay acomodado en una lección vital para todas las edades. Para no perdérselo.
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