Galerna

Reseña del libro “Galerna”, de Peru Cámara

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No hay nada como los viernes, ¿verdad? Aunque no tengas planes. Aunque tu vida social se haya reducido a la nada por culpa de las circunstancias, los años y, porque no decirlo también, la edad. Aunque tus planes sean, simplemente sentarte en el sofá, o tumbarte, desplegar el catálogo de alguna plataforma para ver la peli o serie que toque ver por imperativo social, y tardar más tiempo eligiendo que viendo lo elegido… Esasacrosanta desconexión de dos días que empieza el viernes por la tarde es lo mejor… Hasta que te llama tu jefe. Y te dice que muevas el culo. Que le da igual que estés de prácticas y seas el novato y, por lo tanto, el último mono de la empresa, que es una cosa rutinaria, que estarás de vuelta en cero como en tu casa y que tal y que cual… Y claro, ¿cómo te vas a negar, no?

Pues eso es lo que le pasa a Aitor Intxaurraga. Repantingado en el sofá, acaba de llegar a la casa por la que paga un irrisorio alquiler a su tía, que también se había ocupado de decorarla, harto de hacer autopsias en su curro de forense en prácticas, cuando recibe la llamada de la Ertzainza instándole a certificar una muerte al Peine del Viento, el famoso conjunto  escultórico de Chillida. Aitor se ve superado. Solo ha hecho autopsias normales, o sea, de gente que ha muerto a consecuencia de la propia vida, o sea de viejo, de muerte natural. El caso es que el forense oficial está de vacaciones y la Ertzainza necesita uno que certifique una muerte por ahogamiento. Incluso un mono con pandereta les valdría con tal de una firma que oficializara la defunción. Así funcionan las cosas, chaval. Así de mal le huele, piensa él.

Así que Aitor, ve cómo por fin llega el momento que tanto estaba deseando aunque en realidad esté más acojonado y temeroso de no estar a la altura que otra cosa. Y para allá va. Tras tener un rifirrafe con un ertzaina a la hora de aparcar su coche enfila hacia el cadáver. Y Aitor, que estará en prácticas pero no se chupa el dedo, no lo ve claro. Pero que nada claro. Lo ve más bien claroscuro tirando a negro. ¿Ahogamiento? Por mis cojones, piensa él y pensamos todos, porque sino el libro acaba ahí mismo y aún quedan trescientas y pico páginas.

Vale. Pues tenemos buenos mimbres para una buena historia. Las primeras páginas hacen un retrato creíble de nuestro prota, con unos pensamientos en off que cualquiera de nosotros podría asumir como propios  y sitúan a Aitor en San Sebastián en un entorno cómodo al lector. Uno de esos ambientes de soltero y precario en los que parece que visualices lo que lees como si estuvieras viendo una peli. O una serie.

El resultado en Galerna, (que esa es otra, porque lo del nombre es lo de menos y podría haberse titulado Sirimiri, Turumbesca, Procela o Zurriascada para el caso, pero Galerna tiene algo de poético, ¿verdad?) es una lectura con un ritmo frenético en el que nadie, ni personajes ni lector, tiene un minuto de descanso porque no dejan de pasar cosas, todo en una noche, como Ferris Bueller. Un sinvivir. Un no parar de cosas y más cosas y venga y dale (puede que en la parte final pasen demasiadas cosas para una sola noche…)

Para ser la primer novela de Peru Cámara (hay que ver estos vascos y sus nombres –Ainhoa,  Koldo, Eneko, Mikel, Larunbata, Kakatua, Peru…) hay que reconocer que no lo hace nada mal. El desenlace no lo ves venir hasta que es demasiado tarde.  Cierto es que hay momentos en los que tienes que invocar la suspensión de la incredulidad, pero bueno, también nos tragamos las pelis de Marvel, ¿no? Y en comparación Galerna es más verosímil.

En resumen un libro con un ritmo rápido muy bien llevado, ameno, con diálogos y personajes bien dibujados y una historia que no hace aguas a pesar del temporal que la acosa, con unos personajes que bien podría dar pie a una saga.

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