La Antártida del amor

Reseña del libro “La Antártida del amor”, de Sara Stridsberg

Hay en La Antártida del amor, de Sara Stridsberg (Nórdica Libros) una omnipresencia del dolor y el sufrimiento, en ocasiones muy muy muy explícito. Tan tan tan explícito que, a priori, podría echar para atrás a muchos lectores (sobre todo a los lectores de verano). Sin embargo, la empatía que la autora derrocha hacia sus personajes es tanta que, cuando terminas de darle la vuelta a la última página, no tienes la sensación de haberte tragado un dramón

Y eso que, contado en frío el argumento, tiene todas las papeletas para serlo: una mujer muerta (sí, he dicho bien, la narradora está muerta) relata en primera persona su propia violación, asesinato y descuartizamiento a manos de un desconocido, así como las circunstancias que la han llevado hasta ahí (incluyendo la tortuosa relación amorosa de sus padres, la muerte prematura de su hermano pequeño por ahogamiento, su adicción a la heroína, su caída en la prostitución y la entrega de sus dos hijos en adopción), y también de las consecuencias que su muerte acarrea (como el reencuentro de sus hijos, que crecieron sin saber que tenían un hermano). Vaya, que si fuera una película, sería una de Lars von Trier. Como Rompiendo las olas, como Bailar en la oscuridad (sin los números musicales) o como Dogville. Es decir, excesiva, a ratos inverosímil, sin duda cargada de lirismo y, sobre todo, hipnótica. Tanto como un accidente de tráfico del que no puedes apartar los ojos cuando pasas por su lado conduciendo tu coche. Aunque sabes que deberías hacerlo .

Tan truculenta historia está narrada, en contraste, por medio de capítulos cortos y con una sencillez apabullante, gélida y, sin embargo, como he dicho antes, cargada de poesía, no exenta de melancolía y, por paradójico que pueda parecer, también de luz. Mención expresa para la descripción de la violación, el asesinato y el despiece contado en primera persona por la propia víctima en varias ocasiones, pues no sigue su relato una línea temporal continua, sino que salta hacia adelante y hacia atrás, en vertical, horizontal y hasta en diagonal. Inni, que así se llama la protagonista, vuelve una y otra vez a este hecho sórdido, crucial y descarnado desde distintas aproximaciones, creo que con la intención de recordarnos la inevitabilidad del destino, las pocas bazas que quedan en nuestra mano cuando las cartas las reparten otros. Cuando el desconocido asesino la monta en su coche, ella ya sabe lo que va a ocurrirle y, sin embargo, se entrega a su final con resignación, incluso con cierta alegría, porque también sabe que con ello llega al final su sufrimiento y su dolor. Algo similar a lo que le ocurría a Selma/Björk en la citada película musical de Trier. 

Uno podría caer en la tentación de etiquetar esta novela en el género negro. Sin embargo, creo que sería un error. No porque ya conozcamos el final desde el principio, tampoco porque no exista una investigación al uso de la identidad del asesino. Ni porque el investigador, si lo hubiere, sería a la vez la víctima muerta (algo ya visto en otras obras, todo sea dicho). En realidad, nada de eso importa. Lo que de verdad le interesa a la autora es el camino, el relato, la exposición de los hechos.

Y esto me lleva a un último apunte: ¿estamos ante una novela de corte feminista? Rotundamente, sí. La novela aborda un caso extremo de violencia contra las mujeres (contra el cuerpo de las mujeres) y contado, como he dicho antes, desde el propio punto de vista de la víctima. Sin embargo, no es esta una novela de tesis, no pretende dogmatizar ni adoctrinar ni aleccionar. Se limita a mostrar una realidad cruda y dolorosa y, quizás por eso, logra que los lectores, ya seamos mujeres u hombres, empaticemos más con el sufrimiento de ella. Al abundar en los cómos, en los porqués y en los caminos y decisiones que conducen al desenlace final (que en realidad es el principio de la novela), nos ilumina y nos ayuda a comprender que esa violencia surge de la desigualdad social y económica que a diario sufre la mujer en todo el mundo. Hasta, oh, sorpresa, en la capital (Estocolmo) de un país (Suecia) que durante muchos años muchos creímos que era el no va más del estado del bienestar. Qué equivocados estábamos…

Justo antes de leer esta, comenté en un grupo de amigos que en este 2023 aún no había dado con una novela que me hiciera mella. Justo hasta leer esta. Dura, pero estupenda y muy recomendable.

Deja un comentario