Rorschach

Reseña del cómic “Rorschach”, de Tom King y Jorge Fornés

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A estas alturas de la película Watchmen no necesita presentaciones. La ucronía escrita por Alan Moore y dibujada por Dave Gibbons es de sobras conocida hasta por aquellos que echan pestes del cómic de superhéroes. Los autores utilizaron a un puñado de pintorescos enmascarados ubicados en una historia alternativa a la nuestra para tratar los mismos temores que tenía nuestra sociedad en la década de los 80. Estos justicieros se saltaban la ley en pos de unos ideales, de una utopía en la que el fin justificaba los medios, aunque estos demostraran una total falta de ética. Las diferentes capas de profundidad de las que goza Watchmen, la metaficción gracias a un cómic de piratas dentro del propio cómic, unos personajes de personalidad moldeada con precisión quirúrgica, una trama que aúna el thriller, la acción y los complots políticos, un dibujo de infarto y una estructura única que le daba ese punto de realismo han conseguido que los años pasen y que la obra permanezca. Con el tiempo, mucho tiempo y con Alan Moore diciendo que nanai del Paraguay, Watchmen ha expandido su universo. Primero llegaron la precuelas: En 2012 la colección titulada Antes de Watchmen exploró y profundizó un poco más en el pasado de algunos de los personajes. Y en 2017, como parte del proyecto DC Renacimiento, Geoff Johns escribiría El Reloj del Juicio Final: una secuela directa en la que haría colisionar el mundo del Doctor Manhattan con el de Superman. Ahora, editado por ECC, nos llega el integral de Rorschach. El antihéroe más popular de Watchmen, el tipo que no entendía de matices, el encapuchado que creía que el mal debe ser castigado a toda costa visto y reinterpretado ahora a por el guionista Tom King y el dibujante Jorge Fornés.

Uno, dos, tres… hasta seis disparos recibe Rorschach a bocajarro antes de caer muerto. A su lado, también muerta, yace una mujer con máscara, una francotiradora excepcional. Han intentado asesinar al candidato a la presidencia de los Estados Unidos. Han fallado. Esto es lo que ocurre en las tres primeras páginas del cómic Rorschach. Un inicio atípico que resulta el final de unos personajes pero el comienzo de otro: el investigador que deberá encajar todas las piezas. Y es que tanto la mujer como el hombre parecen unos donnadies. Dos peleles a los que se les debieron cruzar los cables. Pero el caso es que las huellas de él coinciden con el Rorschach original, con Walter Kovacs. Y ella es un fantasma: alguien sin pasado ni presente. Como es de esperar, nos encontramos con un thriller político y de investigación donde el juego de la manipulación lo es todo; y no solo entre los personajes del cómic, sino también entre los autores y el lector. Un juego en el que vamos entrando gustosamente a medida que el investigador nos va revelando el pasado de los perpetradores del intento fallido de magnicidio.

A lo largo de Rorschach Tom King remacha con fuerza el mensaje de que el pasado lo es todo para moldear el presente. Así seremos testigos de la educación que recibe una niña que ha crecido rodeada de armas y de teorías de la conspiración relacionadas con aquel calamar que una vez cayó a la Tierra. La trama del dibujante que ante una negativa amorosa y un bulling reiterado se encierra en su mundo de frustración no solo sirve para interpelar al lector y decirle ¿y tú como saldrías de esta?, sino que explora de una forma metatextual la propia historia del cómic. Ahí tenemos al propio Steve Dikto, cocreador de Spiderman que inspiró a Alan Moore para crear el personaje de Rorschach, formando parte del elenco de personajes. Y si más adelante veis a Frank Miller, no os frotéis los ojos, pues sí, es él. Pero en este mundo de superhéroes lo que interesan son los piratas: así que esos autores que aparecen por las páginas dibujan y escriben sobre piratas. Un camino secundario del cómic Rorschach para contar una pequeñísima historia del cómic mediante la trama de otro cómic.

Antes de alcanzar ese clímax que ya se veía venir, ese final previsible (pero ojo, igual de interesante por la forma en cómo se llega) ya nos habremos deleitado la vista, y no pocas veces, con todas esas virguerías visuales creadas por Jorge Fornés. A resaltar ese capítulo en el que el detective privado interroga a tres sospechosos. Fornés dispone las viñetas, y los colores de estas, de una forma en la que describiré como Tetris visual. La forma en cómo poco a poco encajan, en cómo tras cada pregunta se va formando una nueva imagen hasta llegar a la revelación final es simplemente sublime. Y luego están las miradas, la posición de hombros y todos esos pequeños gestos. Son personas reales y me creo sus acciones. En Rorschach el entendimiento entre Tom King, Jorge Fornés y el colorista Dave Stewart da sus resultados desde el primer momento, pero de cara al final el triunvirato se muestra imbatible, con un investigador que utiliza toda su empatía para ponerse en el pellejo de los personajes y así recabar todas las pruebas y descubrir la verdad en unos Estados Unidos retratados con dureza, con un panorama político y social desesperanzador pero que resulta, por desgracia, un vivo retrato de la actualidad.

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