La chica gris

Reseña del libro “La chica gris”, de Antonio Runa

la chica gris

¡Saludos, mundo! Hoy hablamos de La chica gris y para ello nos acompaña en La órbita de Libros y Literatura Rafa Pajis, el Coronel Kurtz, Abraham Hitorso, Antonio Runa y servidor. Ná, este es mi programa y yo solo me basto y me sobro. Vamos a empezar ya.

¡Ay, qué difícil es hacer una reseña cuando conoces al autor y más aún de un libro como este, con multitud de recovecos y virtudes reseñables! Y ojo, cuando digo “conocer” al autor, no me refiero a conocerlo en persona. Lo conozco sonóramente desde hace, pfff, ni sé ya cuánto, gracias al tremendérrimo pódcast que encontré por casualidad, y en el que Antonio Runa ejerce como director y presentador. Un pódcast cuyo nombre es La órbita de Endor (los más frikis pillarán la referencia en seguida) en donde se comentan muy en profundidad películas, series, libros, cómics…  del que se aprende bastante y se consiguen muy buenas recomendaciones audiovisuales y lectoras.

No obstante, a pesar de mi antigüedad como oyente, no soy tan metódico como un amigo al que se lo recomendé, el cual escucha todos, absolutamente todos los programas por orden cronológico. Yo solo escucho los que me interesan, y eso descarta todo el universo Star Wars, Mandaloriano y la madre que los parió.

En fin, vamos a la tarea, que hay tajo y me voy a quedar corto. Fijo.

No es este el primer libro de Antonio Runa (en su día por supuesto que leí su A propósito de Batman, soy un frikazo de Batman, joder), pero sí la primera novela propiamente dicha. Y tengo que reconocer que no parece para nada una ópera prima. Quinientas cincuenta y cinco páginas muy bien construidas, con una trama que te absorbe desde el principio, con unos personajes creíbles (dentro de lo increíble que resulta toda la historia), un buen ritmo tirando a rápido pero no en exceso, que fructifica en un universo nuevo en donde ya se habían adentrado autores como, así, a bote pronto, Amenábar o Shyamalan pero ampliándolo y reenfocándolo a su peculiar manera. ¡Y vaya manera!

Isaac, por Asimov, Zarco es el protagonista (y como Runa nos cuenta su historia en primera persona, yo no dejaba de oír la voz de este durante todo el libro). Un periodista e investigador de sucesos paranormales que está atravesando una crisis de fe, con efectos retroactivos. Duda de que las habilidades psíquicas que tuvo en el pasado hayan sido reales o un mero conjunto de alucinaciones y sucesos explicables de manera más científica. Además, por si fuera poco, a esta crisis se une la rotura con la mujer, Cosette, por la que bebe los vientos y a la que sueña con recuperar.

Jodido como está Isaac por Asimov, recibe una llamada de socorro de Bárbara, la amiga de Cosette con la que se ha ido a vivir. Al parecer, un fantasma se les ha apalancado en el piso y les hacer vivir unas noches más moviditas de lo que les gustaría. Tan moviditas, que la hermana de Bárbara, que también vivía con ellas, se ha largado cagando leches.

Casi lo olvido. Para colmo, el padre de Zarco hace poco que ha muerto. Su padre, que fue quien le introdujo en el mundillo de la investigación paranormal. Su padre fue quien le incluyó en el grupo Prometeo (grupo formado por el profesor Preuss y otros dos o tres miembros más). Su padre, que le enseñó a descubrir y perfeccionar sus habilidades. Su padre, que le inculcó unos principios que iban a regir toda su vida… hasta este momento. Pero es que menudo momento… Ni Insidious me tuvo tan en tensión, no digo ná y lo digo todo.

O bueno, no hasta este mismo momento precisamente, porque Runa nos hace una introducción preparatoria que sirve de presentación del personaje, del ambiente en el que se mueve y de su pasado que dura unas 150 páginas que, eso sí, se leen con gran placer y ansia devoradora.

En realidad este libro tiene algo de matriosca, porque cuando crees que has llegado al núcleo de la historia, pasada ya la intro, y llegas al fantasma del piso de Bárbara, te aparece otro misterio, y un interludio, y otro misterio, hasta que aparece el gran personaje, el que aparece en la sinopsis y del que yo ya me había olvidado porque estaba tan enfangado en la lectura, que me daba igual todo, solo quería seguir leyendo y pasándomelo teta.

No voy a desgranar más contenido porque merece la pena que todos los lectores lo descubran por su cuenta y, además, no soy amigo de hacer destripes.

En el libro se abordan multitud de temas: la familia, el legado, la trascendencia, el derecho a la intimidad mental, la moral, y, por supuesto, un montón de cuestiones relacionadas con el más allá que harían las delicias de Íker Jiménez y sus acólitos, y el autor los trata en todo momento con respeto. Se nota, y se agradece, que el autor se ha documentado y que incluso, dada su experiencia, ha tirado de conocimientos propios para volcar en estas páginas el saber de un tema que claramente le apasiona. Y es que, cuando algo te tira tanto, a la fuerza le metes cariño a la cosa y el resultado salta a la vista.

Runa planifica muy bien los tiempos, el ritmo y estructura de la novela, crea buenos personajes y diálogos verosímiles con un vocabulario sencillo (aunque a mí me ha chirriado un poco la repetición del “presto”), lo salpimenta todo con ingenio y referencias frikis (hasta los fantasmas le llaman friki a la cara, ya ves tú) y nos conduce por una historia que va de menos a más hasta un final frenético digno del Origen de Nolan.

¿Tiene fallos? Pues tendrá, seguro, pero me la suda. Yo no los he visto, pero seguro que algún profesional tiquismiquis de la escritura sacará alguno.

¿Qué más se puede pedir a un entretenimiento tan cojonudo como este La chica gris? Pues una puñetera segunda parte a la altura, un nuevo caso para Isaac por Asimov Zarco en el que Runa ya está metido en faena.

En serio, ¡copón!  Me quito el sombrero ante libro y autor. Chapó.

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