La conejera

Reseña del libro “La conejera”, de Tess Gunty

La conejera

Varias cosas importantes (o no tanto) para empezar: se confirma lo que le decía a usted hace ya varios siglos, cuando hablábamos por aquí del Cuarteto Estacional de Ali Smith: que hay otras formas de contar una historia (en este caso, son muchas historias y todas a la vez) y, sobre todo, si es una historia contemporánea. Lo del estilo y tal, ¿se acuerda?

Y dos (por no alargarme mucho más, que tendrá usted prisa): que no hace falta tener sesenta años para, además, hacerlo de forma magistral.

Pues precisamente esto es lo que encontrará usted en La conejera, de Tess Gunty (la novela ganadora del premio literario más prestigioso al otro lado del charco, el National Book Award, además de ser finalista del Premio Nacional de la Crítica). Ojo: primera novela. Ojo: 30 años. Solo Philip Roth lo había conseguido antes a esa edad.

¿No me diga usted que no ha empezado a poner caritas?

Pues claro.

Porque esto un pedazo de novela, de esas a los que nos tienen acostumbrados los amigos de Sexto Piso (y si, además, usted ve que lo traduce Ce Santiago, ya no debería dudar más). Un librazo que nos pone delante de las narices, con mucho humor, más creatividad aún y un estilo personalísimo, profundo y taaaan nuevo (¡sí, joder! ¡muy nuevo!), el esperpento y el horror de este mundo turbo capitalista de la era post todo.

Una historia hecha de otras historias modernas que, a su vez, están llenas de soledad, de incomunicación y de amor y también de capitalismo y de tristeza, de violencia y de personajes profundos, extraños y reales, que no hacen más que entrar y salir de su propia conejera interior. Gente joven y no tan joven intentando entender qué coño está pasando ahí fuera. y por qué influye tanto ahí dentro. O justo al revés. Una magistral manera de describirnos la realidad ultramoderna en la que vivimos, que pone el foco en la sociedad norteamericana pero que describe con una mirada rabiosamente joven, inteligente y crítica el incomprensible mundo que vivimos.

Todo ocurre en una ciudad olvidada de Indiana, pero podría ser cualquiera. Aunque, sobre todo, ocurre en un bloque de viviendas conocido como La conejera, que actúa como una perfecta metáfora de nuestra conejil vida actual. Un bloque de pisos que bien podría ser el suyo, el mío, o el de cualquiera que pueda sentir el gemir excitado de su vecino al otro lado de la pared, mientras uno lee a Tolstoi acomodado en la cama antes de dormir. Y Vacca Vale es el pueblo. Un sitio triste del Medio Oeste norteamericano y, a su vez, la transmutación literaria de nuestro propio barrio, o de nuestro planeta: un mundo abandonado, contaminado, maltratado y en decadencia absoluta, que siempre cae en manos de oscuros profetas, sonrientes oportunistas y políticos salvapatrias, y donde cada vez estamos más aislados, más solos y más locos.

La conejera es una novela inabarcable, llena de matices y perspectivas, de ideas nuevas y sus contrarias, de leves carcajadas, de potentísimas imágenes (de hecho, será llevada al cine muy pronto en EE.UU.). Pero también está llena de estupendos diálogos y, sobre todo, de fabulosos personajes, más reconocibles cuanto más extravagantes y desconcertantes son. Gente, en definitiva, de aquí y de ahora. Y todos ellos, en su particular escondite de La Conejera. Guardando secretos, huyendo del terror, de la muerte, de la infelicidad. Intentando, en definitiva, encontrar el sentido a sus vidas en este demencial agujero subterráneo que es el s.XXI. Los problemas y los desafíos del nuevo milenio, pero con las emociones de siempre.

Una puta maravilla. Sin duda, una de las mejores novelas que he leído este año.

Pero, sobre todo, por Blandine Watkins, de la que podría pillarme enseguida. Porque todo en este libro gravita en torno a ella. Un formidable personaje, lleno de aristas, de ternura y de dolor, de claros y oscuros. Una joven huérfana universitaria que ha pasado toda su vida en diferentes casas de acogida. Hasta que decide independizarse y mudarse a La Conejera junto a otros tres chicos del centro de acogida. Un personaje al margen. Un ser excluído, pero superior. Guapa y extraña. Misteriosa y triste. Solitaria, extravagante y muy culta. Una chica abducida por el pensamiento místico de la santa Hildegarda de Bingen, y que bien podría haber sido la protagonista principal (si es que hay una) de La broma Infinita. Y ahí lo dejo. No se la pierdan. Es increíble.

Como le dije, Tess Gunty me ha recordado mucho a la gran Ali Smith. Y algunos de los ambientes y o de los personajes de la novela ya los disfruté leyendo la obra cumbre de DFW. Me gustaría preguntarle por ello.

Pero, además, uno no puede dejar de pensar que solo tiene treinta años…

¿Qué coño estaba haciendo usted con treinta años, eh?

Tess Gunty escribió esta maravilla.

Tess Gunty es un ejemplo de escritor/a que yo nunca dejaré de reivindicar: los que hacen literatura moderna de otra forma, porque estamos en otros tiempos.

Literatura de calidad en los tiempos de TikTok.
Literatura de primer nivel en la era de la IA.

Ficción la buena en el mundo post millenial.

Abran paso.

Que arrollan.

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