La intimidad, de Rosa Moncayo Cazorla

La intimidad No sabéis las ganas que tenía de que esto ocurriera.  Y, ¿qué es “esto” ?, os preguntaréis. Pues es esto no es, nada más y nada menos, que tener un nuevo libro de Rosa Moncayo entre mis manos. A Rosa la conocí hace ya tres años, con la que era su primera novela. Dog café, que así se titula, me dejó rota. Releyendo ahora la reseña de aquella novela que escribí entonces, me impactó mucho que Rosa apenas tuviera 23 años cuando la escribió. Con ella aprendí a quitarme un poco esos prejuicios tontos en cuanto a la edad y la madurez de un escritor. Descubrir a Rosa, leerla y adentrarme en aquella demoledora historia me enseñó que poco importa la edad del artista si lo verdaderamente importante es lo que tienen que contar. Y Rosa, queridos lectores, tiene mucho que decir y, además, sabe hacerlo muy bien.

Por eso me alegró tanto ver entre las novedades de la editorial Barrett este nuevo libro de la autora. Me apetecía un montón volver a adentrarme en ese universo suyo tan particular, tan íntimo y desgarrador. No se puede salir ileso después de leer a esta escritora, esa lección ya me la traía aprendida de su anterior novela. La Intimidad es el título de su nuevo libro y leerlo ha supuesto de nuevo un viaje especular a través de las emociones. En este nuevo título, conocemos a una pareja joven que está inmersa en una brutal crisis en varios niveles. Primero, una crisis que atañe a su propia relación. Ya saben, el desgaste, la rutina, los reproches y demás. Pero, también una crisis todavía más compleja en la que todo es exceso: exceso de drogas, de acusaciones, de destrucciones y de tranquilizantes. No sabemos cuál es consecuencia de cuál, pero en ese momento crítico se halla la pareja protagonista de La intimidad.

El caso es que para intentar salir de esa espiral de vicios ambos deciden dejar el ritmo frenético y la rutina diaria de la ciudad, tan llena de toxicidades, para mudarse a una casa alejada en medio del campo. ¿Funciona o no funciona? Obviamente no os lo voy a decir. Además, el fin de esta novela no interesa tanto como transitarla detenidamente, recreándonos en la facilidad de Rosa para adentrarse en los sentimientos, en su forma de describir el declive, los excesos y los autoengaños.

Últimamente ando leyendo libros muy crudos, de esos que se te quedan dentro durante una buena temporada. Y sí, me siento cómoda en ese terreno. Me gusta que me reten y que los escritores me adentren en sus microcosmos, a sabiendas de que será un viaje duro. Con Rosa y La intimidad sabía que iba a suceder de nuevo, que su prosa me iba a doler, que iba a remover mis propios sentimientos y que me iba a dejar descolocada, haciéndome a mí misma mil y una preguntas. Llámenlo masoquismo lector. Llámenlo la cruda realidad. Rosa es una bestia en este sentido: armada tan solo de palabras es capaz de removernos y dejarnos desnudos. Brava.

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