La mujer desnuda, de Elena Stancanelli

Anna descubre que su pareja la engaña. Sabe que no es la primera vez e incluso tolera esos escarceos de Davide. Pero esta vez es distinto. Por culpa de, o gracias a, un teléfono mal colgado (no sabe bien si fue un despiste o algo intencionado para que ella lo escuchara), oye a Davide hablar con alguien de todas las mujeres a las que se tira a sus espaldas. Las conoce a todas y se pregunta cómo es posible que puedan querer estar con alguien como él.  Las conoce a todas salvo a esa a la que ella ha dado en llamar “Perro”. Lo que le jode, lo que realmente le jode, es que, por lo visto, con ella va en serio y ella, que no es celosa “en vez de hacer que la dejara (a Perro), empieza a fingir una especie de torpes celos”.

A partir de entonces, Davide se va de casa y vuelve una docena de veces, hasta que definitivamente deja de volver. Y entonces, Anna comienza a espiarle.

“Tenía que saberlo todo de Davide: qué escribía, qué hacía, donde estaba, dónde dormía, con quién follaba. Tenía que saber todas estas cosas pero no por él, que me habría mentido. Por eso lo espiaba. Me había vuelto vil y mentirosa, un bicho.”

Me extraña que a los adjetivos y frases de la faja y contraportada (“Un amor enfermizo”, “El amor en los tiempos del Smartphone”, “Una mujer abandonada se convierte en stalker”…) no haya ni una sola referencia a la peli Atracción fatal, ya que Anna se va a convertir en una Glenn Close sin cuerpo, mediante tecnología interpuesta y sin entrar en contacto directo con su expareja. Fisgará su Facebook, (cuya contraseña cambia Davide unas cuantas veces pero Anna logra descubrir con facilidad, no porque sea especialmente lista, sino porque conoce bien a Davide y en parte porque tal vez este se deje espiar…), rastrea su localización con la app de la “bolita azul” y más adelante encontrará unas fotos del coño de Perro en su cuenta de Facebook.

“Las mujeres no tienen por costumbre compararse el coño unas con otras como hacen los hombres con la polla. En los vestuarios, de crías, comparamos como mucho las tetas. Después de la adolescencia y de las primeras menstruaciones, el coño se cubre de vello y desaparece. Sabes que está ahí, lo sientes perfecta y continuamente, pero no lo ves. Nunca se te ocurre comprobar si ha envejecido, si necesita algo. Al menos yo nunca había pensado en eso hasta que vi el coño de Perro.”

Todo el libro está contado como un monólogo, y a la vez confesión, de Anna hacia una amiga, Vale, que ha estado con ella en los peores momentos de caída a su particular infierno y la ha ayudado día a día a seguir adelante, la ha animado a comer, y, en definitiva, la ha mantenido anclada a la vida.

La mujer desnuda cuenta con un lenguaje coloquial, crudo, sincero y directo la tortuosa obsesión de una mujer llevada al extremo patológico de la inseguridad, de la inapetencia, de la pérdida de la salud, la autoestima y el deseo.

Una novela corta pero interesante, con alguna que otra pincelada humorística (sobre todo al final), bien compuesta, escrita y desarrollada sobre la conversión de una persona normal en una persona “dañada”.

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