Las mujeres de Federico

Reseña del libro “Las mujeres de Federico”, de Ana Bernal-Triviño y Lady Desidia

Noviembre es el mes fijado en el calendario social, junto con marzo, para poner el acento en la reivindicación de los derechos de las mujeres. En particular, para luchar contra la violencia ejercida contra las mujeres por el hecho de serlo. Resistir a las violencias machistas incluye también crear nuevos referentes como proponen Ana Bernal-Triviño y Lady Desidia en este libro. Las mujeres de Federico crean un universo paralelo para las ficciones del poeta ubicando un encuentro imaginario en la Huerta de San Vicente entre Federico García Lorca y sus personajes femeninos.

Generar un contexto genuino y completamente imaginario es una apuesta narrativa arriesgada. Sostener la verosimilitud y mantener la atención de las lectoras es todo un reto. Sin embargo, Las mujeres de Federico te llevan de la mano, casi de paseo sin mucho esfuerzo por tu parte, por un recorrido de 24 horas sin salir de la casa de veraneo en la vega granaína, por aspectos conocidos y otros menos comentados por el canon académico. Esta vez la mirada hacia lo que ocurre en las obras teatrales, como historia, o en sus personajes no será la de un crítico o de una lectora, sino una retrospectiva y revisión de su significado desde Las mujeres de Federico.

El famosísimo poeta de Granada ha sido señalado como conocedor de la psicología femenina. Y en los últimos años, se ha reivindicado el feminismo de sus personajes, destacando, por ejemplo, la fuente de inspiración de La Zapatera prodigiosa, que fue la vanguardista y transgresora Agustina González. No en vano Federico García Lorca, pasó su infancia escuchando nanas y conversaciones en espacios domésticos de mujeres. Las mujeres de Federico da otra vuelta de tuerca. Dividido en cuatro actos, añadiendo una “Rosa sin pétalos” al estilo clásico del teatro tradicional con la Rosa Roja a modo de presentación, la Rosa Rosa como desarrollo y la Rosa Blanca como desenlace de la trama principal.

Las impresionantes ilustraciones de Lady Desidia, por otra parte, han supuesto un choche para mí pues en mi imaginario Las mujeres de Federico son oscuras, como un lienzo viejo y ensuciado, como las pinturas negras de Goya. Y sin embargo, Lady Desidia les ha puesto luz, flores y una poética subversiva que ha cambiado mi perspectiva. Quizás más que el texto pues sus páginas dobles a todo color dejan una impronta que se cuela en los sueños, como los reflejos de la luna llena. Esos sueños que son llaves de las puertas que queremos abrir y pistas del camino que debemos seguir.

La Huerta de San Vicente también cobra en Las mujeres de Federico una nueva vida. La ausencia de detalles en las ilustraciones, siguiendo con esa mirada onírica, limpia del terror que dejó en ese espacio el asesinato del poeta. Agradecida, por el contrario, de volver a escuchar ese verano de Granada, lleno de sol y de olores, que sirvió de escenario perfecto para la creación, no solo de la obra poética del autor, como de sus reflexiones y cartas de las que tanto tenemos que aprender. Solo eché de menos ver a Vicenta, a Concha, a Isabel o la Frasquita. Igual, en un segundo libro, podamos escuchar a su madre, hermana, tía o a su nodriza.

El encuentro con Federico y la apertura de ventanas que supone la catarsis a la que llegan las ficciones hablando entre ellas, lo tendréis que leer, pues no tendría sentido incluirlo aquí. Lo que sí puedo compartir es que la sensación final es equivalente a la bajada del telón. Una cierra Las mujeres de Federico con ese calorcito tierno en el pecho que se queda al escuchar historias alrededor de una hoguera. Es un canto a la esperanza para que terminen de jugar su papel de una vez por todas esos personajes patriarcales que han reducido las experiencias femeninas a lugares de opresión y ausencia de libertad. Como si de una representación de La Barraca en sus Misiones pedagógicas se tratara, leer Las mujeres de Federico, refresca lo que sepas de sus obras y educa hacia un modelo colaborativo de transformación social donde prime la igualdad.

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