Los bohemios menores

Reseña del libro “Los bohemios menores”, de Eimear McBride

Los bohemios menores

Al ver anunciado este libro en las novedades editoriales del último mes, me llamó mucho la atención su sinopsis, pero no sabía realmente lo que me iba a encontrar… No me apetecía leer una historia trágica sobre el primer amor similar a La única historia, de Julian Barnes, una novela que amé hasta el punto en que se convirtió en una de mis favoritas de los últimos años, pero con la que también sufrí demasiado. Sin embargo, me ha terminado sorprendiendo de manera similar a la anterior.

Desde el primer capítulo, resulta confusa y llamativa la forma de escribir de esta Eimear McBride, muy atropellada e introspectiva. Tengo que admitir que, al principio, me costó un poco acostumbrarme a este estilo, a las oraciones demasiado cortas, a los espacios demasiado largos o a los cambios en el tamaño de la fuente. En general, a tanta emoción y sentimiento contenidos en las páginas y expresados a través de múltiples recursos estilísticos, que se nota que están muy trabajados y cuidados. Y también a ese lenguaje algo denso y complejo que la autora utiliza en casi la totalidad del libro. Sin embargo, creo que este estilo tan peculiar e intenso añade personalidad y originalidad a la novela y se convierte en un elemento fundamental de la misma, que no sería lo mismo si este no estuviera.

La trama de Los bohemios menores puede parecer la típica historia de chica joven conoce a hombre mayor y ambos se enamoran locamente. Pero va mucho más allá… La novela comienza con una aventura entre una joven que está empezando a estudiar para ser actriz y un actor exitoso de mediana edad. Una relación meramente sexual para ambos que termina convirtiéndose en algo mucho más profundo.

Es increíble la manera que tiene esta escritora de combinar diferentes elementos: en primer lugar, alcohol, drogas y sexo (sobre todo, este último) como una evasión completa por parte de los protagonistas, de manera muy descriptiva y tóxica; y, por otro lado, las revelaciones o “desnudos” emocionales que llegan hasta el punto de retratar las experiencias más traumáticas de los personajes: el abuso, las adicciones, la soledad y la pérdida. Y cómo ambos logran encontrarse a sí mismos y al otro en esta relación, por un lado, inusual e inesperada, pero, por otro, sincera e intensa. Pese a la diferencia de edad, ambos son conscientes de sus similitudes y lo que les ha llevado a perderse en sus respectivas vidas y, por último, a reencontrarse gracias a su profunda conexión.

Y, aunque en la novela la autora relata bastantes escenas de sexo (muy descriptivas) y muestra los límites del deseo, que se materializa por varios momentos en estos personajes, es remarcable, como os decía antes, cómo consigue darle la vuelta y presentarnos la fragilidad de dos personas que, simplemente, se sienten más solas de lo que creen (o quieren creer) y encuentran en ese vínculo una salida clara a su dolor.

Y así, me di cuenta de que tiene bastantes puntos en común con La única historia, la novela de la que os hablaba al principio. McBride, al igual que Barnes, muestran que el amor puede ser desgarrador, inolvidable, doloroso y maravillosamente delicioso al mismo tiempo. Que solo nuestros demonios internos, junto con el paso del tiempo, pueden acabar con un sentimiento tan natural y sincero. Que nada es lo que parece y que, aunque queramos protegernos del amor y levantemos un muro a nuestro alrededor, este siempre acabará alcanzándonos.

Esta novela ha sido toda una sorpresa y, a pesar de que ha sido un camino, a veces, duro y tortuoso, no le falta fuerza y belleza. De este mismo es de lo que rebosa y se convierte en su sello de identidad. Sin duda, leeré más de Eimear McBride.

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