Los misterios de la taberna Kamogawa

Reseña del libro “Los misterios de la taberna Kamogawa”, de Hisashi Kashiwai

los misterios de la taberna kamogawa

Para mí cocinar es mucho más que un puñado de reacciones químicas entre diferentes ingredientes. Más allá de elaborados y vistosos platos, de trampantojos que embaucan a los ojos pero que se muestran con franqueza ante el paladar, cocinar es un acto de afecto hacia los comensales. Esa cremosidad y firmeza que presentan los granos de arroz de un risotto, el atadillo de hierbas aromáticas que le dará un sabor especial al caldo o la forma de cortar el ajo para que su sabor influya en mayor o menor medida en un plato son actos meticulosamente estudiados para intensificar sentimientos dejando que se abran paso más allá de la rutina del día a día. Comer, además, si se hace con su debido tiempo y sin distracciones, es un peregrinaje por nuestros recuerdos. Sabores y aromas nos pueden transportar a esa cocina del pueblo donde las abuelas preparaban deliciosos guisos o revivir esa cena especial que fue la primera cita de tantas. Con todo, y a pesar de esas grandes novelas con un relevante trasfondo culinario, no me resultó menos insólito que un autor decidiese que detectives y platos de factura japonesa sería, en su justa medida, con no pocos ingredientes apelando a sentimientos, la mejor forma de generar curiosidad entre los lectores. Hisashi Kashiwai, natural de Kioto y odontólogo de profesión, demuestra con Los misterios de la taberna Kamogawa que la cocina y las personas están repletas de enigmas.

Lo primero que llama la atención de Los misterios de la taberna Kamogawa es la sencillez de su estructura. La novela se compone de seis casos. Cada caso con el nombre de un plato de la cocina japonesa. Cada caso dos capítulos: planteamiento y resolución. Y todo ocurre en un único escenario: la extraña taberna Kamogawa. Una taberna que no sale en guías, que es imposible encontrar en internet, que ni siquiera tiene cartel en la fachada y que únicamente se publicita, de una forma un tanto escueta, en la revista culinaria, número uno entre los gourmets, Ryori-Shunju. Así que llegar hasta ella es casi un acto del destino. Y si llegas, si al final te topas con sus dueños, bien mereces contarles tu caso. Porque si hay algo que la haga sobresalir por encima de todas las demás tabernas es que es la única con una agencia de detectives culinarios en su interior. El udon está de rechupete, los makis deliciosos, los takoyaki son de otra galaxia, pero en la trastienda, más allá de la cocina es donde de verdad se cuece lo verdaderamente importante. Nagare Kamogawa es un antiguo policía que junto a su hija Koishi investigan esos platos que están ocultos en los recuerdos de sus clientes. Así pues, en algún caso se toparán con una mujer que busca un tonkatsu en particular. El tonkatsu que cocinaba su marido, ahora enfermo, débil y en las últimas. También está Hisahiko. Joven treintañero, triunfador y altanero que quiere que los detectives recreen el nikujaga que su difunta madre le cocinaba cuando era pequeño. Un plato que su madrastra cocina pero que está a años luz de lo que se espera. Si hay algo en común en todos los casos es todos esos años que la vida  ha interpuesto entre el cliente y el plato que necesitan revivir así como una historia más profunda de lo que en un principio se plantea.

En Los misterios de la taberna Kamogawa Hisashi Kashiwai construye con una prosa sencilla, ágil, bonita y repleta de diálogos (con momentos notables donde una atmosfera haiku lo absorbe todo) historias cortas que abren el apetito del lector así como una nostalgia de esas cosas buenas que teníamos y que la acelerada vida del presente en ocasiones nos roba. Si esta novela corta es capaz de evocar olores y sabores, sensaciones y en algunos momentos llega a reconfortar, es también en gran medida a una gran edición por parte de la editorial Salamandra, acertando en el traductor (Víctor Illera Kanaya, un nombre muy conocido para los lectores de manga) así como en las ilustradoras (Silja Goetz por la maravillosa portada y Elisa Menini para todos esos gatitos que son la carta de presentación de cada capítulo). Un trabajo conjunto que ofrece una experiencia completa al lector y la sensación en todo momento de ser un cliente más de la taberna Kamogawa.

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