Los ojos cerrados

Reseña del libro “Los ojos cerrados”, de Edurne Portela

Los ojos cerrados

Los ojos cerrados, de Edurne Portela, transcurre en un pueblo ficticio llamado Pueblo Chico, pero en el que reconocemos a tantos otros que ahora pertenecen a la España vacía: con un puñado de ancianos que viven prácticamente aislados de las comodidades modernas y con muchos recuerdos acallados, cuando no olvidados, de los convulsos tiempos de la guerra civil.

Este es el marco de la novela, en la que se erige como protagonista Pedro, un nonagenario que, según dice, ve más que los demás, incluso lo que hay detrás de los ojos de los muertos, y que ha terminado por ser el último guardián de la memoria colectiva de Puerto Chico. Y la otra protagonista es Ariadna, de unos cuarenta años, que se muda allí con Eloy, su pareja. Qué la ha llevado hasta ese pueblo, al que Eloy no consigue adaptarse, es uno de los misterios que sobrevuela la novela. El otro es por qué Pedro no es cómo los demás, y nunca lo ha sido.

Edurne Portela alterna dos tiempos: el presente, que narra los primeros meses de Ariadna en el pueblo, y la infancia y juventud de Pedro, en tiempos de la guerra civil y la posguerra. Ambos tienen en común mucho más de lo que parece al principio. La autora se recrea en el costumbrismo y dosifica la información que nos da para que pasemos decenas de páginas a tientas, como la gente de Pueblo Chico cuando los envuelve la niebla, en la que algunos animales y hombres se pierden.

La prosa de Edurne Portela no necesita de grandes alardes para resultar elegante y poética, además de pretendidamente críptica alguna que otra vez. Y con esa delicadeza nos va narrando historias de violencia que llevan silenciadas décadas, de cuando unos delataban a otros por pura supervivencia o por la más oscura razón, y algunos vecinos desparecían de la noche a la mañana, quién sabía si huyendo de esos enfrentamientos o convertidos en sus víctimas anónimas.

A lo largo de la novela, se hacen varias referencias al título, Los ojos cerrados, pues esconde diferentes lecturas: esos ojos cerrados que vuelven a un pueblo ciego y mudo para guardar aquellos secretos que los envilecen; esos ojos que se cierran, cansados de tanto no saber; esos ojos cerrados sin remedio, pues son los ojos de los muertos. Y a través de ese simbolismo, Edurne Portela no relata esa violencia ocurrida hace casi un siglo y que aún supura, traspasando generaciones, aunque, como la autora apunta en las notas finales, España esté desmemoriada.

Los ojos cerrados es una novela envolvente. Aunque sea relativamente corta (doscientas cuatro páginas), relata hechos cotidianos y recuerdos con una calma que, por momentos, resulta inquietante, para adentrarnos en ese Pueblo Chico, representación de tantos otros que sobreviven a duras penas o que ya desaparecieron, engullidos por las ciudades y el progreso. Y pese a que remueve un periodo tan oscuro de nuestra historia, nos muestra que la convivencia y la solidaridad siguen siendo posibles, aunque, por desgracia, a muchos les llegue demasiado tarde.

Deja un comentario