Me llamo Vila-Matas, como todo el mundo, de A.G. Porta

Me llamo Vila-Matas

Enrique Vila-Matas ha llegado a tal punto de genialidad (o locura, yo qué sé) que incluso tiene libros en los que él podría ser protagonista y autor y, sorprendentemente, es todo lo contrario. Sé que no debes de estar entendiendo nada de lo que digo, pero es que yo tampoco, y la cosa es que ahí está la gracia. Exactamente esto es lo que significa leer a Vila-Matas. Aunque aquí sea A.G. Porta. O no. No sé. Estoy hablando de Me llamo Vila-Matas, como todo el mundo, una de las últimas novedades de Acantilado.

En este libro, de poco más de 70 páginas, letra grande y formato pequeño, estos dos genios locos de la literatura nos ponen delante un diálogo que ya de primeras te grita a la cara inútil si intentas descubrir qué hay de real o de no en él. Tienes que saber, aunque si eres lector de Vila-Matas ya lo tendrás bien claro, que nada allí es verdad, y que todo lo puede ser. A.G. Porta nos muestra una conversación entre Vila-Matas y él donde el primero le habla sobre la búsqueda de cierta agente neoyorkina que le ha propuesto participar en unas obras de teatro. La busca porque ha desparecido. Y claro, una desaparición, sea del tipo que sea, ya puede ser el germen de una obra para Vila-Matas. Ese es el disparo de salida para hablar, en frases muy cortas, de todo lo que configura ese universo suyo que tanto admiramos: obras del propio autor, experiencias personales y ficticias, colegas de profesión, autores y artistas de referencia, teatro, cine, arte etc. Todo, como siempre. Justo anoche leía algo en un libro sobre la figura del hijo de Cristóbal Colón donde se decía de él que era «alguien que creía en el valor de la vida activa más que en el de la vida contemplativa, y que alternaba con facilidad el papel de autor, tutor, diplomático y soldado con el de ciudadano de la República de las Letras, la cual ponía en contacto a los hombres que tenían las mismas integraciones intelectuales». Pues quizá lo que pasa en este libro sea algo parecido.

A partir del comentario de esa desaparición se sucede un diálogo que ocupará todo el libro y que irá desvariando a través de esas frases cortas, puntos suspensivos y mucha gracia. Es leer la conversación e imaginarse a los dos autores convencidos de lo que hablan sabiendo que lo que dicen es una gran y genial estupidez. Pero por ser una estupidez ya vale la pena ser contada y, bien por nosotros, publicada.

Me encantaría haber podido ver la reacción del editor al recibir el texto, al leerlo, al meterlo en la balanza de lo que es o no es publicable. Pero claro, le pones a la cubierta los perfiles de Enrique Vila-Matas, una faja con una frase suya, este título tan evocador de Me llamo Vila-Matas, como todo el mundo y el nombre de A.G. Porta y ya todo es más vendible. Se puede leer en la faja al comentado diciendo que este libro es «Mejor que cien ensayos que trataran de explicar lo que escribo». Porque todo el libro es la esencia de lo absurdo que él tan bien sabe explicar y que por fin también alguien que no sea él ha sabido. Aunque quizá A.G. Porta sea Vila-Matas, y viceversa. O todos lo seamos. Je m’appelle Erik Satie, comme tout le monde. ¿Y tú?

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