Membrana

Reseña del libro “Membrana”, de Jorge Carrión

¿Sabes cuando lees un texto que te da la vuelta a tus creencias como si de un calcetín viejo y sucio se tratase? Bien, pues eso me ha pasado leyendo Membrana, de Jorge Carrión. Debo confesar que me pasa cada vez que le leo o le escucho en una presentación o en su último podcast Solaris. Su capacidad para tejer y destacar conexiones poco habituales me transporta a mis momentos más místicos de la carrera. Esos días en que leíamos a Deleuze en bucle y sacábamos mil significados a la palabra “rizoma”.

Membrana no iba a ser el título de esta ¿novela-ensayo-poema? Porque los seis capítulos son el catálogo del Museo del Siglo XXI. Sí, el siglo en el que estás leyendo esta reseña, desde el 2001 hasta el 2100. Solo llevamos la quinta parte, así que hay hilo del que tirar para ficcionar el resto, ¿verdad? La sugerente portada sirve de metáfora del contenido. Se trata de la obra de arte de Tomás Saraceno, Willman Cyrtophora citricola – 20 Anelosimus eximius (2013, Arachnophilia). Diosas, adoro todo lo que tiene que ver con Anansis, la diosa araña que teje historias.

Son muchas las claves de  Membrana, que más que una novela al uso de ciencia ficción o de terror es un tránsito, un no-lugar. De hecho, la primera persona del plural en femenino que es la voz narradora es inquietante desde la primera página. Pero es que el Aion, el tiempo narrativo, también es ruptura entre el futuro desde el que habla (“nosotras nos entendemos”) con su pasado que es tu presente. La eternidad condensada en el instante, que pasa. 

Decía que el título iba a ser “Museo del Siglo XXI”, dirigido a una “visitante o lectora o viceversa” como se repite a modo de mantra en todo el libro. Jorge Carrión explica que temía que se interpretara como un nuevo ensayo, ya que sus últimos títulos lo han sido: “Lo viral”, “Contra Amazon”, “Librerías”, por ejemplo. Membrana es un acierto. Esta palabra sonora y bella señala un “inter locus”, una bisagra, un pliegue. Es un tipo de tejido que une pero separa. Las decisiones museísticas y artísticas también juegan su papel en la novela, porque la composición de los capítulos te genera desasosiego a la vez que es un mapa, un itinerario, un recorrido. En ningún párrafo vas a estar satisfecho y conforme con la estructura gramatical o narrativa. “Al igual que la energía, la abstracción no se crea ni se destruye, permanentemente se reenmascara” (p.71).

Ellas, las narradoras, son inteligencias artificiales, arañas de internet, entre diosas y seres humanos, posthumanos. Habitantes de la tercera fase tras el teocentrismo y el antropocentrismo. Virtualizan elcodigocentrismo. También hay un Cubo, encuentros con otras formas de vida, sobre todo vegetales con su red de raíces, el cráter del mito, un éxodo y un intento de apocalipsis.  Membrana sigue la estructura de la dialéctica: tesis-antítesis-síntesis. Solo que no hay un “borrado”. EraserHead no deviene vacío sino transformación, creación. La estructura lineal del progreso es un mala broma. Lo cíclico o la espiral simbolizan mejor la historia humana. Aunque teniendo una red de tejedoras, que hilvanan los procesos con esa puntada atrás que fija el dobladillo, ¿quién quiere limitarse a la geometría de secundaria? Leed Membrana, “por las dudas y por las deudas”.

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