Presas, de Beatriz Esteban

PresasUna de las cosas que he aprendido a lo largo de la vida es que es imprescindible ponerse en la piel de los demás. Cuando decidí estudiar Derecho lo hice porque quería ayudar a personas que, por un motivo o por otro, se hubieran visto en una situación complicada. Y digo un motivo o por otro porque cualquiera —y esto quiero que se os quede grabado bien a fondo— cualquiera de nosotros podría sentarse en el banquillo de acusados en algún momento de nuestras vidas.

Un momento de desesperación puede llevarnos a cometer locuras y aunque la mayoría de nosotros decimos que somos muy éticos y que jamás delinquiríamos por nada del mundo, lo cierto es que no me gustaría veros en una situación de presión, a ver de lo que sois capaces…

El caso es que el libro del que vengo a hablar hoy, Presas, de Beatriz Esteban, refleja muy bien esta realidad. Nos habla de esa escala de grises que es el mundo —como bien dice la sinopsis— y de la manía que tenemos todos de verlo en blanco y negro. Porque esa escala de grises existe, y las personas que delinquen lo hacen por algo y es cierto que no hay que juzgar a todos por el mismo patrón y ver que las circunstancias personales de cada uno hacen que hagamos lo que hacemos. Es en esa escala de grises donde existe realmente la justicia y la cordura, convirtiéndose en el cristal a través del cual es necesario ver la vida. O al menos para hacerlo de la manera correcta.

Y esto se ve muy bien gracias a las protagonistas de esta historia: por una parte encontramos a Leire, una joven dispuesta a trabajar en una cárcel a pesar de que su entorno se lo ha desaconsejado por ser demasiado peligroso; y a Azahara, una chica que ha acabado dentro de ella por un crimen horroroso. Pero no solo eso, Azahara tiene tan solo veinte años y está dentro de la cárcel junto a su bebé. Otras cuatro voces serán las encargadas de complementar la historia y de darnos los puntos de vista restantes. Un eco de voces que serán las protagonistas de retratarnos cómo es la vida dentro de la cárcel.

Porque esta novela, al fin y al cabo, se trata de eso: de puntos de vista. Nos enseña que nada es lo que parece y las consecuencia de estar en el sitio equivocado en el momento equivocado. 

Es un libro intenso, con muchas enseñanzas y que hace que el lector se replantee mucho su punto de vista sobre el tema de la cárcel. Con crudeza y realismo, Beatriz Esteban nos retrata lo que es estar dentro de una y todo ello gracias a su experiencia, ya que estuvo varios meses de voluntaria en una cárcel. Sé que este es un tema peliagudo y que no todos pensamos igual al respecto, pero yo tengo muy clara mi posición: todos lo que están dentro de una cárcel siguen siendo personas. Algunos habrán cometido delitos muy graves, a conciencia, sabiendo las consecuencias. Otros estarán presos por una mala decisión, por avaricia, por lo que sea. Pero aun con todo, siguen siendo personas. Esto nos lo enseñaban muy bien en la Facultad de Derecho y nos repetían una y otra vez que cualquiera de los que estábamos sentados en aquellas sillas podría terminar entre rejas. Y sino… que levante ahora mismo la mano el que no haya delinquido en su vida. Ni uno, me apuesto lo que sea. Por eso es necesario velar porque sigan siendo precisamente eso dentro de la cárcel: personas.

En definitiva, ha sido muy interesante leer Presas y ver, a través de las palabras y las cartas de sus protagonistas, la visión de Beatriz Esteban, esta joven autora que ya va por su tercer libro y que parece ir en una carrera que nada más que hace crecer y crecer e ir para arriba. Me alegra que la gente joven se preocupe por temas como este y, todavía más, se decida a hacer una novela hablando de este tema que tantas controversias trae en nuestra sociedad. Una buena apuesta para abrir un poquito los ojos y descubrir que existen muchos más colores en la gama cromática aparte del blanco y del negro. 

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