Solo quería bailar

Reseña del libro “Solo quería bailar”, de Greta García

Solo quería bailar

Pili solo quería bailar, era la ilusión de su vida, lo que la hacía brillar y aquello a lo que se había entregado en cuerpo y alma durante años. Cuando la conocemos, sin embargo, cuando ella misma comienza a contar su historia al arranque de este libro, no es más (ni menos) que una reclusa de la cárcel de Alcalá de Guadaira. Y una de larga duración, treinta años de los que solo ha cumplido un puñado, así que algo gordo habrá hecho.


En explicarlo poquito a poquito, pero sobre todo en desmadejar su propia vida se pasa Solo quería bailar, la novela de debut de Greta García. Un monólogo salvaje, delirante y peculiar, escrito con mucho sentido en un andaluz cerrado, el que suponemos que hablaría alguien como Pili, y que tiene tanto de grotesco como de lúcido, de cómico como de trágico, y que inventa un personaje de los que se quedan en la memoria.


Pili es un torbellino, una payasa traviesa y lenguaraz que arrastra un gracejo tan profundo como sus heridas. Como buena payasa, enseña los colmillos con una sonrisa o viceversa. Solo quería bailar nos cuenta con ritmo de chascarrillo sus correrías en la cárcel, su amor platónico por la doctora Pina, a la que visita cada dos por tres con las razones más espurias (el libro comienza con la doctora sacándole un cepillo de dientes del ano), sus riñas y reconciliaciones con su compañera de celda y sus estrambóticos pasos por el módulo de aislamiento. En capítulos alternos, Pili recuerda su vida anterior: los detalles de su delito, su vida en libertad, su intensa y rígida formación como bailarina, y la relación con sus padres y con su cuerpo. Todo ello sin perder nunca el acento. Es chocante a veces que hable con ese deje tan cerrado, pero es parte del mecanismo. Solo quería bailar funciona como un laberinto de espejos deformantes: un espacio que dispone a la risa a quien es capaz de jugar con sus defectos y al mismo tiempo enerva a quien no tiene esa capacidad. Es una de las cosas que mejor hace esta novela que dosifica con inteligencia la poca intriga que presenta (saber qué es eso gravísimo que hizo Pili, poco más), destaca en los diálogos carcelarios, todo un género, y recuerda mucho a otros relatos en primera persona de mujeres sin pelos en la lengua, en especial cuando se explaya acerca de lo más escatológico. La cita, de Katharina Volckmer o Zonas húmedas de Charlotte Roche son dos ejemplo cercanos, y por supuesto Pili se podría emparentar con las protagonistas de Lectura fácil, de Cristina Morales.


Me atrevo a aventurar que si disfrutaron aquellos lo van a gozar sobremanera con este, igual que lo van a odiar si no lo hicieron, no nos engañemos. Siempre habrá alguien que levante una ceja leyendo Solo quería bailar, al que le parezca una soberana estupidez de novela, que no soporte la manera de hablar de Pili. Ellos se lo pierden. Que se queden comiendo nueces frente a su ordenador.

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