Town Boy, de Lat

Ver pasar tu vida en imágenes, como en una película, es una frase muy recurrente para relatar los acontecimientos que más te han marcado. Siempre, eso sí, al ritmo que marca esa sucesión de imágenes de las que eres simple espectador. No puedes controlar la velocidad a la que pasan ni tan siquiera detenerte en alguna de ellas. Por eso, a veces es mejor que te ofrezcan un relato a través de esas imágenes dibujadas, donde puedas ser tú quien marque el ritmo. Eso es exactamente lo que se nos propone en este tierno relato de madurez que es Town Boy, la nueva novela gráfica de Lat. En ella, el dibujante desarrolla el paso de la infancia a la edad adolescente de su personaje Mat, un chaval que se muda junto a su familia de un tranquilo pueblo de Malasia a una urbe, la ciudad de Ipoh. En ella, el joven Mat conocerá el rock and roll, las chicas y sobre todo lo que más le apasiona, el arte.

Esta novela gráfica es la continuación del relato de infancia que se desarrolló en Kampung, una obra muy aclamada entre diversos historietistas y libreros especializados en cómics. Esta jugaba con la ternura y la ingenuidad de un niño para mostrarnos la vida rural de su familia. El ser continuación no es impedimento para leerla alterando el orden cronológico, es más, al principio, y siempre a través de la narración del protagonista, Mat nos irá relatando el paso de la vida en el pueblo a la escolarización en un colegio de la ciudad. Allí conocerá nuevos amigos, en especial Frankie, con quien pasará todas las tardes escuchando discos de rock que son un éxito en Occidente como Elvis Presley, The Platters o The Beatles. Al ir avanzando en la narración de Mat, descubrimos también las diferencias entre su familia y la de Frankie, la de este último mucho más acaudalada. Así, el relato en voz del protagonista pasa a servir no solo de conductor, sino también de observador de lo que sucede a su alrededor.

Esta etapa adolescente de Mat está contextualizada en 1968, es decir, en plena explosión del gusto o imposición occidental en Oriente: rock and roll, marcas de tiendas, estilo y ritmo acelerado de la vida urbana. Para ello, el historietista Lat se vale del uso de la arquitectura y el trepidante tráfico de la urbe que recuerda a cualquier gran ciudad estadounidense o europea. Los dibujos, de un marcado tono de tira cómica en blanco y negro, exagera el movimiento de los cuerpos creando escorzos casi imposibles y divertidos donde el detalle imprescindible de la viñeta, ya sea una mirada de la atractiva Normah, la chica más guapa del colegio, o el frenético ritmo de la ciudad, o el bulle-bulle de la muchedumbre en la zona comercial no pasan desapercibidos a los ojos del lector. Como tampoco se nos escapa la ternura con la que Lat trata a sus personajes, haciéndoles madurar y ponerlos frente al abismo que supone pasar a ser mayor y comenzar una nueva vida, quizás, en el extranjero o, por el contrario, sentir que tu sitio está a ese otro lado de las “rejas” (quede constancia de esta viñeta hacia el final del tebeo) que es la pequeña ciudad de Ipoh.

Town Boy me recuerda mucho el estilo y tono narrativo que empleara Fermín Solís en El año que vimos nevar, donde con muchísima nostalgia se trataban los momentos de infancia de cualquier niño de familia humilde con los que el lector se ve familiarizado de inmediato. Es un estilo donde predomina la visión y voz del personaje protagonista que, como apunté un poco más arriba, servirá de observador —y nosotros con él— de la situación anacrónica de una región y la situación familiar. Lo costumbrista y la sencillez se unen a través de un relato lleno de nostalgia, cariño y aprendizaje de su personaje.

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