Un día cualquiera en Nueva York

Reseña del libro “Un día cualquiera en Nueva York”, de Fran Lebowitz

Un día cualquiera en Nueva York

«Better read than dead»

Si hoy me preguntasen con qué personaje famoso me iría a cenar, no lo dudaría y daría un nombre bien fuerte y claro: Fran Lebowitz. Puede que antes de enero de 2021, cuando Netflix estrenó la miniserie dirigida por Martin Scorsese Pretend, It´s a city, ni te sonase el nombre de esta esnob neoyorquina del humor, pero sus observaciones irónicas sobre la Gran Manzana le han valido ahora ser reconocida, admirada y odiada a partes iguales por casi todo el mundo.

De la mano de Tusquets me llega Un día cualquiera en Nueva York, una recopilación en un solo volumen de dos libros ya publicados en los 80 por este mismo sello: Vida metropolitana y Ciencias sociales. En los más de 65 escritos de este libro, Fran Lebowitz me ha dado muestras de su poderosa inteligencia e ingenio definiendo, siempre sarcásticamente y sin ofender a (casi) nadie, la realidad que ella misma vive y observa en Nueva York, la evolución de su ciudad, sus manías y las cuestiones que le asaltan ante cualquier situación cotidiana desde lo duro que es alquilar un piso en la Gran Manzana (os recomiendo que empecéis la lectura de este libro por «Diario de una caza-apartamentos de Nueva York»), los consejos para criar niños y sobrevivir a los adolescentes e, incluso, las dietas.

La amiga de Marty (Martin Scorsese) me ha mostrado en Un día cualquiera en Nueva York cómo es su arrolladora personalidad a través de citas como estas que ya tengo marcadas en este volumen (sí, soy de las que subraya los libros…): «Creo no obstante, que, si la gente no se comporta de una manera aceptable, debería quedarse en casa bien arropadita y bien comida» o «El hecho de que no muestre ningún tipo de interés o simpatía por el mundo de los grupos puede atribuirse por supuesto al hecho de que mis grandes necesidades y deseos —fumar cigarrillos y tramar venganzas— constituyen básicamente tareas solitarias».

He señalado en varios colores y signos de exclamación el que considero el mejor consejo de todo su libro y que, sin duda, es una verdad absoluta (sepa el que lee que la que escribe esta reseña es editora y recibe decenas de originales al mes): «Si usted siente una urgente y devoradora necesidad de escribir o pintar, limítese a comer algo dulce y verá como ese sentimiento se le pasa. La historia de su vida no sirve para hacer un buen libro. Ni siquiera lo intente».

En este libro, Lebowitz también regala recomendaciones tan hilarantes como ciertas para «aquellos que asumieron la tarea de la reproducción humana» (he tomado buena nota para mi vida de malamadre): «El término niño-actor es redundante. No hay por qué animarle más todavía” o “Si quieres que el niño tome clases particulares, dele clases de conducción. Es más fácil que acabe siendo propietario de un Ford que de un Stradivarius».

No todo es parodia en estos casi relatos de la escritora y columnista norteamericana. En Un día cualquiera en Nueva York firma frases tan imponentes como «El sueño es la muerte desprovista de responsabilidades» o «Piensa antes de hablar. Lee antes de pensar». Pura literatura.

¿Cómo puede ser, entonces, que estos escritos publicados durante las décadas de los 70 y 90 estén más de actualidad ahora que antes? ¿Quizás la pandemia? ¿La desinhibición actual de toda irreverencia? El arte, y esto es lo que hace Fran Lebowitz a través del rápido ingenio de sus crónicas urbanas y de la mordaz inteligencia con la que describe todo tipo de situaciones cotidianas, es atemporal. Esa narrativa (y eso que dice que sufre el denominado «bloqueo del escritor») hace que nos preguntemos por qué no hemos conocido a esta mujer antes.

Llámame loca, pero Fran Lebowitz, toda ella, además de resultarme una mujer atractiva física e intelectualmente, elegante y auténtica, me recuerda de manera irracional a Oscar Wilde. Es tan refinada y diferente que no puedo dejar de pensar que es una diosa sarcástica del siglo XX que ha resurgido y se ha globalizado en el XXI gracias a esa tecnología que ella tanto odia.

En definitiva, Un día cualquiera en Nueva York te descubrirá, si todavía no has tenido ese placer, a una de las mejores prosistas del nuevo periodismo norteamericano y te llevará a disfrutar de su afilada pluma con la que te sentirás identificado, ya vivas en Nueva York, Madrid o Vigo. Si ya has conocido a Lebowitz a través de la serie de Scorsese y Netflix, estoy convencida de que este libro servirá para afianzar tu respeto hacia esta fantástica cronista y a volver, cuando lo necesites, a redescubrir a través de sus escritos a una sociedad y unos hábitos cambiantes pero idénticos a lo largo del tiempo. Tomémonos, pues, este libro como reclama Lebowitz en su prefacio: como una historia de arte moderna, muy reciente, en plena gestación.

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