Un nombre de guerrero

Reseña del libro “Un nombre de guerrero”, de Laura Muñoz

Un nombre de guerrero

Son muchas las formas en las que se puede alcanzar la calidad literaria y me resulta difícil elegir cual de ellas define lo que consideraría un buen libro, pero si tuviera que elegir dos, probablemente serían la honestidad y la capacidad para emocionar al lector, y en eso, sin el menor lugar a dudas, Un nombre de guerrero es un libro extraordinario. Es desgarradoramente honesto, narra una dura experiencia personal, probablemente la más dura posible, y lo hace con sinceridad, de forma sencilla y natural, sin refugiarse en artificios ni en trampantojos estilísticos o emocionales que roben protagonismo a la historia o al guerrero. Laura Muñoz no nos cuenta su experiencia aunque lo haga en primera persona, sino que comparte con nosotros la breve y trágica historia de su hijo, que es el único y verdadero protagonista. En el camino comparte con nosotros sus sentimientos, sus reflexiones y su forma de vivir el trauma, pero con sinceridad y elegancia, haciendo universal la más personal e íntima de las experiencias.
De la capacidad de emocionar al lector espero que dé fe esta reseña, que debería reflejar la que yo mismo he sentido con la lectura. No es fácil, porque las emociones son muchas e intensas, pero honestamente creo que es necesario compartirlas
Un nombre de guerrero nos cuenta cómo es la vida antes, durante y después de un diagnóstico fatal que frustra lo que está destinado a ser la más bella de las historias, un embarazo. No me gusta utilizar un término que engloba cualquier interrupción del embarazo en primer lugar porque lo que se hace voluntariamente no cabe en el mismo saco que lo que jamás se quisiera haber hecho, pero sobre todo porque despersonaliza el proceso. La protagonista no sufre un aborto, tiene un hijo. Y es un hijo que no es viable y fallece, es cierto, pero la imagen de la madre abrazada a su hijo hasta que pierde el calor de la vida es tan poderosa, tan triste y al tiempo tan hermosa, que uno no puede evitar necesitar el abrazo de los suyos tras vivirla a través de estas páginas. A partir de una experiencia tan contradictoria que une en un mismo momento la bienvenida y el adiós, el parto y la muerte, la autora construye precisamente una celebración de la vida, y eso es algo que hay que agradecerle.
Supe de este libro gracias a que la autora tuvo el detalle de contactar conmigo a raíz de la publicación de la reseña de Tienes que mirar, de Anna Starobinets, que narra una historia que tiene ciertas similitudes con Un nombre de guerrero, y le estoy ciertamente agradecido porque compartir historias como esta, tan cargadas de emoción, es un verdadero privilegio. Son libros muy diferentes, en la experiencia de Laura Muñoz no hay el dolor añadido de la incomprensión y la falta de humanidad del sistema y las personas que tuvo que enfrentar la autora rusa, pero el fondo es el mismo, la necesidad de mirar, de poner nombre, de no deshumanizar ni deshumanizarse. Elegir el camino más difícil en el momento más difícil, que es el único por el que a la larga se puede alcanzar cierta paz.
Una decisión inteligente de la autora es compartir el proceso completo, desde antes de quedarse embarazada hasta después del trágico desenlace. Y no hablar solo del guerrero, sino contarnos sus circunstancias vitales, las de su familia o mostrarnos escenarios a los que no estamos habituados, en su caso Sudáfrica, donde viven. En fin, que es un libro pequeño y sencillo pero que funciona no solo como testimonio de una realidad personal, sino que lo haría igual de bien como obra de ficción. 
Hay muchas situaciones traumáticas que la sociedad trata de enterrar, probablemente con las mejores intenciones, y Un nombre de guerrero trata de aportar algo en este sentido. Los mantos de silencio rara vez abrigan a los protagonistas. Cada persona es un mundo, pero hay quien necesita hablar de aquello que los seres queridos hacen todo lo posible por evitar, por sacar de las conversaciones. Ese es un valor de este libro, que hacer visible el trauma es una necesidad de muchas personas y que es posible que hablarlo con naturalidad les haga mucho más bien que cualquier conversación trivial o un consuelo prefabricado que de tan gastado tiene el efecto contrario al que busca.


Si hay algo en lo que tengo que discrepar de la autora es que en un momento de la historia lamenta que ni él ni su pareja sean superhéroes, porque sí lo son. Hay superpoderes que probablemente nunca entren en el catálogo de Marvel, pero que son mucho más valiosos que la invisibilidad o la superfuerza, y Laura Muñoz tiene uno de esos, el de construir algo hermoso a partir del dolor. Un poder más necesario en estos días que nunca. 


Andrés Barrero
@abarreror
contacto@andresbarrero.es

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